El próximo presidente de Colombia, que puede estar entre Luis Alberto Moreno, Sergio Fajardo o Alex Char, tendrá en sus manos la complicada tarea de renegociar los TLC con los Estados Unidos, la CAN y la Unión Europea, para evitar una hecatombe agrícola y ganadera en Colombia.
En los acuerdos negociados con estos países, se pactaron unos plazos (próximos a vencerse) de desgravación del 100% de los aranceles de importación de los productos agropecuarios, mientras el Estado colombiano, los gremios y productores del campo ejecutaban los planes en transferencia de tecnologías e inversión en infraestructura productiva con el fin de poder competir de tú a tú con los empresarios agrícolas y ganaderos de esos países. Han pasado 8 años y poco de eso se logró concretar.
El único programa diseñado para ello (AIS), lo estigmatizaron y aquí seguimos con la misma ineficiencia productiva de hace una década atrás.
Como este es un país tomador de precios y carente de una política clara de comercialización de alimentos, cada vez que entra un pequeño contingente de leche en polvo, arroz, aceite, papa o maíz con cero arancel, se caen al suelo los precios de los productos y a nuestros agricultore les toca salir a los peajes a vender por debajo de los costos de producción sus cosechas.
Claramente, esta situación les genera grandes pérdidas económicas y por ende, incumplimientos de sus obligaciones bancarias y tributarias, trayendo como consecuencia el embargo de sus propiedades y el abandono de la actividad agrícola o ganadera. Ya ven porque llevamos diez años consecutivos sin crecer en superficie agrícola e incrementando las importaciones de alimentos y de materias primas.
Este es el panorama desalentador que encuentro en los rostros de los productores del campo cada vez que visito alguna plantación agrícola o hato ganadero. Mientras tanto los burócratas o bibliotecarios del agro, se la pasan tomando whisky en Bogotá (con la plata de los agricultores), hablando carreta por Zoom en cuanto conversatorio los invitan, lanzando propuestas mediáticas en los periódicos capitalinos y proponiendo pactos que se quedan en titulares de prensa.
Son muy pocos los dirigentes gremiales que han logrado algún desarrollo productivo y tecnológico en sus sectores, y nuevos mercados externos para sus productores. Las estadísticas oficiales de rendimiento por hectárea y de exportaciones de productos agropecuarios, así lo confirman.
Me uno al llamado que han hecho los presidentes de Fedegan, Analac, Augura, Fenalce, Fedepalma, Fedepanela, Fedecaña y los representantes de las Dignidades arrocera y papera, al ministro de Industria y Comercio, José Manuel Restrepo, en el sentido de crear una mesa de trabajo para buscar una solución rápida que permita establecer un mecanismo de planeación o distribución de esos contingentes de importación, de tal manera que, no afecten los precios internos de sus productos en plena cosecha o pico de producción.
Además, de implementar un mecanismo más riguroso de control sanitario y fitosanitario en los puertos y aeropuertos, y crear con los gremios un grupo de abogados expertos en comercio exterior para defender a nuestros sectores del dumpin y aplicar salvaguardias cuando las circunstancias lo ameriten.
Sin estas medidas, el campo colombiano es una bomba de tiempo.