El acceso al crédito es otra cara de la inequidad hacia el campo. A nivel macro, el agro aporta el 6,2% del PIB y recibe el 4,9% del crédito, aunque solo 1,2% llega a los productores rurales. La industria aporta el 11,9% del PIB, pero recibe el 20% del crédito. Mientras el sector rural participa solo con el 2% de la Formación de Capital Fijo, que no es otra cosa que ausencia de tractores, equipos de ordeño, riego, etc., la industria se lleva el 26,1% del equipamiento.
El Censo Agropecuario de 2014 encontró que, de dos millones de productores, 1,7 eran residentes rurales y, de ellos, 1,5 millones, ¡el 88%! eran pequeños. Por eso no es extraño que, de 2,7 millones de unidades productivas, menos del 10% tenía acceso al crédito y solo el 16% construcciones y maquinaria.
Con esa baja cobertura, y sin desconocer los esfuerzos de Finagro, no es significativo que más del 80% de los créditos corresponda a pequeños productores, si además el recurso está mal repartido, pues el 3% de los créditos se lleva el 71% del valor y, de contera, el 75% se desplaza hacia la transformación, la comercialización y los servicios.
Son evidentes las fallas del mercado del crédito agropecuario. Puede haber 1,2 billones disponibles para crédito de redescuento, pero los bancos le tienen “pereza” a esa modalidad y, sobre todo, al productor ligado a la tierra, pero con mayores niveles de riesgo y menores garantías.
“La garantía”, además de ser una barrera de acceso, una vez constituida la hipoteca, encierra al productor “de por vida” en el cerco estrecho de un solo banco, amparando muchas veces deudas irrisorias durante años. Las hipotecas, por sus altos costos de constitución y de traslado, impiden la movilidad del crédito al dejar amarrado y sin alternativas al deudor frente a nuevas necesidades.
Desde Fedegán hemos propuesto un Sistema Móvil de Garantías administrado por Finagro, como administrador del Sistema de Crédito Agropecuario. Será a Finagro, y no a los bancos, a quien el deudor hipoteca sus activos; y será Finagro, como administrador, quien expida títulos hipotecarios de primer grado y fácil aceptación por la banca, una vez el productor compare condiciones hasta encontrar las de su conveniencia en un mercado libre del crédito, con el valor agregado de que una hipoteca podrá amparar varios préstamos.
“Libertad de elegir”; esa es la diferencia. El productor no saldrá a la faena casi humillante de “pedir” crédito, sino a escoger a quien “le ofrezca” mejores condiciones dentro de una abierta competencia.
Pasaremos de un mercado de compradores “sin alternativas” ante los bancos, a uno de vendedores compitiendo por clientes de crédito, con garantías disponibles y con “libertad de elegir”. No dudo del impacto transformador de esta propuesta en la urgente capitalización del campo.