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Jue, Nov

¡Se puede!

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jose Lafaurie Rivera

Jose Lafaurie Rivera

Columnista Invitado

e-mail: jflafaurie@yahoo.com

La hermosa alcancía de “La Caja Agraria”, que fuera símbolo de ahorro en Colombia, hace parte de mis recuerdos infantiles. “La Caja”, una entidad querida por los colombianos, en buena hora perdió sus apellidos de “Industrial y Minera” para concentrarse en el sector rural, pero en mala hora entró a la historia de la corrupción hasta su liquidación en 1999.

La sucedió el “Banco Agrario”, moviéndose entre sus objetivos misionales, sin lograr desprenderse de su condición de fortín político y fuente de mermelada, que tuvo durante el gobierno Santos. Nunca entendí, por ejemplo, por qué el señor Iragorri, presidente de su Junta Directiva, le lanzó un salvavidas irregular de 120 mil millones a una empresa cuestionada y ajena al sector agropecuario, como Navelena, y no se le ocurrió hacerlo con Friogán, una empresa del sector, que hoy goza de buena salud, muy a su pesar, y a la que una inyección de 40 mil millones le habría evitado la crisis que derivó en la liquidación del Fondo Nacional del Ganado.

Hoy el Banco, bajo la gerencia de Francisco José Mejía, avanza en el proceso de “limpiar la casa” y retomar su compromiso con el campo. Hace seis meses escribí sobre la crítica situación heredada y, por eso mismo, hoy considero pertinente contrastar con ese “nuevo” Banco que hoy le ofrece alternativas al productor rural.

De una caída en barrena de los saldos de cartera –razón de ser de un banco– de 3,6% a agosto de 2018, se logró revertir el proceso y empezar a crecer a un ritmo que alcanzó el 3,2% a marzo de 2019.

Los gastos venían de un crecimiento desbordado, del 7%, equivalente a más de 43.000 millones de pesos, tendencia que también se logró revertir, al punto de producir, entre agosto de 2018 y marzo de 2019, ahorros por más de 38.000 millones.
Hoy la Contraloría y la Procuraduría examinan contratos con tufillo de corrupción, como el del reforzamiento del icónico edificio de la Avenida Jiménez, necesario, por su puesto, pero la cuenta va en 92.000 millones, con los que se habría podido adquirir una sede nueva.

Al tiempo que sale basura escondida, entra aire fresco en una institución asfixiada por la opacidad y rezagada frente a sus competidores. La renovación tecnológica avanza a buen ritmo, como la internacionalización del Banco, que hoy tiene corresponsal en Europa, el BNP Paribas, que selló su acuerdo con una línea de crédito de 60 millones de dólares, un voto de confianza en el Banco y en el gobierno del presidente Duque.  

El reencuentro con los gremios, con los pequeños productores y con sectores desprotegidos, como los beneficiarios de Familias en Acción, de los cuales ha bancarizado a 600.000, son algunas facetas del nuevo Banco Agrario.
Parafraseando un viejo lema de campaña, frente a las inmensas necesidades del campo, al Banco Agrario le falta mucho por hacer…, pero lo está haciendo.