A nadie escapa la consideración de que la “industria del hidrocarburo” y sus dependencias ocupan hoy gran número de brazos y sí, se ha dicho, con razón, que la ociosidad es madre de todo vicio, entre los guajiros lo es, especialmente insurrecta y casi subversiva. No son, seguramente, los hombres que tienen una posesión independiente, y cuyo tiempo emplean en ejercicio honroso, quienes trabajan con profundo ahínco en la indisciplina del contrabando de la gasolina a lo largo de la frontera con nuestros vecinos venezolanos.
Esto se puede considerar como el comienzo de la desobediencia estatal del pueblo maicaero. Los agentes del orden, quienes no se ensaña radicalmente en sus ocupaciones y olvidados de que tienen a su cargo el mantenimiento del orden público y la misión de hacer respetar y cumplir las providencias emanadas de la autoridad legítima para el restablecimiento del orden público, penosamente de manera disimulada se mezclan como policías fiscales aduaneros, dizque protegiendo el tesoro nacional, arremetiendo constantemente contra aquel ciudadano que conserva como único patrimonio, trabajar con hidrocarburos o gasolina, como si este fuese el enemigo a quien hay que combatir o maniatar a todo trance.
Mientras todos los cuerpos armados del Estado, se ensanchen en olvidarse de sus tareas rutinarias, como lo es el restablecimiento del orden público, Maicao jamás conocerá épocas de absoluta normalidad.
Aunque para éste pueblo se traigan cualquier cantidad de agentes o funcionarios públicos que tienen como consigna de hacer cumplir las leyes y la misión de hacer respetar y cumplir las providencias emanadas de los decretos y leyes de la nación para el bien común, son ellos los primeros en maniatar sus ocupaciones.
Basado en la lejanía de una buena investigación y convencidos de que los medios contra la honestidad y la depravación, se muestran débiles frente a sus hazañas, los cuales los hacen protagonista de miles de anomalías.
La falta de escrúpulos se liga a la viveza, la inestabilidad crónica sugiere que aquellos que bregan celosamente por el crecimiento fiscal, aprovechen la ocasión como sea necesaria, para realizar sus fechorías y permanezcan impunes ante la justicia. Tanta depravación los inclina al soborno. El soborno mediante el contrabando se constituyó como industria para la propia autoridad que deba reprimirlo.
Los monopolios de hechos para enriquecerse con renunciar a la opresión del contrabando y la explotación de los negocios inconfesables, logran enormes dádivas que el jefe de cada grupo carabinero se permita otorgar a sus conmilitones. Por medios ilícitos e irregulares alcanzan a obtener colosales capitales cuyos patrimonios acumulados forman grandes caudales de fortuna.
Diversos grupos familiares, de manera directa o indirecta se benefician del contrabando de la gasolina, y realmente quienes pagan la mayor parte de los decomisos son los “sin na’a qué hacer” quienes son los encargados de dar la cara, sin poseer capital y quienes más se favorecen del negocio, jamás son aprendidos como contrabandistas.
Según datos tomados del internet, el monto de dinero que se maneja en este ejercicio, equivale a tres millones de dólares diarios, si estos datos no son equívocos y el Estado decide erradicarlo, muchos quedarán “sin na’a qué hacer” y el Estado creará en este pueblo un problema social y económico. Si analizamos bien, esta profesión, más es el beneficio que presta, que el daño que pueda ocasionar.