Debido a la infrenable caída del bolívar las estadísticas concluyen que para el 2019 esta moneda caerá en 10.000.000%, lo que significa que la moneda quedará sin valor, en un abrir y cerrar de ojos los precios cambiarían de manera exponencial, la escasez de productos y de trabajo se harán inminentes, los grandes comerciantes no tendrán qué vender, no existirán préstamos bancarios, ni ofertas de ventas, los empleados serán despedidos, los que alcanzaron a adquirir una pensión considerable se le reducirá a una mínima expresión, ni siquiera los funcionarios podrán estar conformes, por la falta de ingresos.
La orfandad de un buen régimen les exige vivir en otra nación de manera casi improbable, aunque su estado de vida en otros países se haga degradante, consideran que es menos indigno que el trato que hoy reciben del régimen de Maduro. El éxodo que hoy vive el pueblo de Venezuela no es tanto por la escasez de trabajo, porque trabajo si debe haber, lo que sucede es que el recaudo salarial refleja un monto alto en bolívares, pero su poder adquisitivo solo alcanza para pocos granos de arroz, lo que obliga a que los ciudadanos venezolanos apliquen nuevamente ser “cimarrones” con todo lo que esto implica, a permitir ser humillado por el indignante régimen al que se encuentran sometidos. Es vergonzoso ver mujeres jóvenes y bellas de alta cultura ejerciendo en cantinas, cafeterías, pensiones y por la calle, en muchos casos adolescentes creyendo encontrar únicamente una salida a la pobreza, hallando en su humanidad una actividad comercial que las conllevan a una forzosa prostitución.
Actualmente no existen programas que puedan orientar a estas jóvenes mujeres, ayudarlas a buscar otra alternativa, a salir de esa lamentable situación, tampoco existen programas que las enseñe a afrontar la vida con éxito, no existe voluntad política para ayudarles económicamente ni para mejorar su calidad de vida.
Por cristiandad no debemos aplicar a ellos el xenofobismo, como ellos lo hicieron con nuestros compatriotas, tenemos que comprender que ellos antes de ser venezolanos fueron colombianos, debido a que hicieron parte de la gran Colombia, recordemos que hace más de seis décadas, miles de nuestros compatriotas emigraron a Venezuela en busca de opciones ante la bonanza petrolera y el gran poder del bolívar. A buena hora Venezuela, aunque con actos inamistosos, intimidatorios y de rechazo continuo, promovió un trato incluyente para los connacionales y les brindó condiciones sociales y laborales. En buena medida, acogió a una población que ya está de retorno.
El más reciente registro oficial da cuenta de que en Colombia hay más de 600.000 venezolanos que viven en Colombia de manera irregular, más otro tanto que obtuvo un aval proporcionado por el gobierno para legalizar su estadía en Colombia por dos años. El Gobierno ha tratado de tomar medidas, pero han resultado insuficientes ante la avalancha de inmigrantes venezolanos.