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Será que anhelamos una corrupción perpetua en el país

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com
 Cuando los colombianos pensábamos que había llegado por fin el momento decisivo de acabar con la corrupción, el resultado no tuvo nada de risueño ni de animado. De 35 millones de colombianos aptos para ejercer el sufragio, solo 11.600.000 se acercaron a las urnas, suma que no alcanzó para que este proyecto anticorrupción se hiciera ley de la República. 
Mientras en muchos países se combate este delito como mal uso del poder público para conseguir ciertas ventajas de forma secreta y privada, en otras naciones directamente se castiga con la pena capital, en Colombia consideramos que este flagelo que tradicionalmente viene colapsando económicamente al país, genéticamente no es propiamente un delito, sino más bien una tradición que debe conservarse.

 El presidente electo de México Andrés López Obredor preocupado por este virus aterrador que invade su país pidió ayuda a la O.N.U. (Organización de las Naciones Unidas) para combatir la corrupción, además propone: “abatir la extendida corrupción en nuestras instituciones”, Jamás en el mundo se había convocado un pueblo para acabar con la corrupción, nosotros fuimos los primeros en proponerlo y los primeros en rechazarlo  Esta penosa decisión del pueblo colombiano hace que desde afuera se formen un concepto desfavorable, y nos priven del crédito que con tanta urgencia necesitamos, pues indudablemente estamos dando muestra que nuestra patria resulta ser un paraíso de funcionarios deshonestos, ya que tanto la malversación de fondos públicos como la administración fraudulenta, el prevaricato, el cohecho son aceptado con integridad y decoro. Esta decisión de nuestra democracia mal formulada hace mirar a nuestra nación como el menos estable y el menos digno de tratar con los Estados de alto capital. 

 No hace mucho tiempo castigamos al director de la Unidad de Anticorrupción de la Fiscalía General de la Nación, Luis Gustavo Moreno, a quien sancionábamos por corrupto y los extraditamos a la Corte Federal para el Distrito Sur de la Florida por delito de conspiración para lavar activos con el objeto de promover el soborno en esta nación, ahora se le presenta a este pueblo un proyecto para exterminarlo de manera definitiva,  la respuesta de nuestra democracia se torna negativa, como si estuviéramos de acuerdo que ese flagelo persista en seguir aniquilando nuestro mísero patrimonio.  

 Antes de este 26 de agosto, el aún contralor Edgardo Maya dijo con profundo epíteto que “los corruptos son los causantes de todas las tragedias que sufre nuestro país”, estas palabras nacieron muertas para el pueblo colombiano, que según el resultado del domingo quiere implantar una corrupción perpetua en nuestro país. Muchos aún guardamos la esperanza que la decisión del pueblo tenga carácter milagroso, y al final no alcancen a triunfar los corruptos.

El presidente tiene en mente presentar ante el parlamento un proyecto de ley semejante al plebiscito que acaba de fracasar, si en las cámaras legislativas llevasen al fracaso este propósito, entonces qué nos espera para combatir la corrupción. Tal vez podemos especular que donde la corrupción es general, aplicar normas contra ella es muy difícil. Ahora sí, la policía es corrupta, la rama judicial no ha dejado de serlo, sí se llegase a estudiar la conducta de los parlamentarios, con seguridad el parlamento se quedaría sin quórum.

En cuanto al poder ejecutivo si se consiguiese condenar a los corruptos, probablemente el presidente se quedaría sin súbditos, incluso sin gobernadores y alcaldes, de manera que, aunque las evidencias se muestren diáfanamente empíricas, difícilmente se logre condena para los corruptos, por lo tanto, cualquier ley que se torne para su condena será letra muerta, y la capacidad de Estado para hacer cumplir las leyes hace que este mecanismo no tenga mucha eficacia. Esperemos que jamás nos toque encontrarnos de rodilla, frente a los que desangran al país y no nos ocurra como nuestros vecinos venezolanos donde solo dos personas son dueños de los tres poderes de la democracia.