Todos los gremios de la producción de leche y la industria láctea le han “clamado” al Gobierno para excluir al subsector lácteo del TLC con Australia y Nueva Zelanda. Como presidente de Fedegán, mi petición se amplió al subsector cárnico, con argumentos que le planteé a la ministra Gutiérrez en carta que no ha merecido respuesta.
Ninguno de los TLC firmados ha reportado ventajas a la ganadería. Al contrario, por razones productivas y, sobre todo, por falta de admisibilidad sanitaria, se convirtieron en “tratados embudo” que abrieron nuestro mercado a la carne y leche de esos países, sin reciprocidad alguna para nuestros productos.
Mientras todas nuestras exportaciones de carne tienen como destino países con los que no hemos firmado tratados, con Rusia a la cabeza (60%), todas las importaciones, con Estados Unidos a la cabeza (80%), provienen de países a los que ofrecemos ventajas arancelarias de los TLC.
En la leche el desbalance comercial es evidente. A marzo de 2018 habían ingresado 14.604 toneladas de lácteos en las condiciones preferenciales de los TLC, mientras Colombia solo había colocado 1.136 toneladas.
Australia en carne y Nueva Zelanda en leche, son productores y exportadores mundiales de primer nivel, y referentes de precios internacionales de los dos productos.
Australia produce más de 2.500.000 de toneladas de carne bovina al año y exporta cerca del 75%. Nueva Zelanda, con 4 millones de habitantes, exporta también la mayor parte de su producción de leche.
Aun sin TLC, Australia y Nueva Zelanda ya tienen arancel cero para la carne; es decir, son mercados abiertos al comercio internacional por una sencilla razón: no necesitan comprar carne y tampoco leche; no necesitan la nuestra; su único objetivo es vendernos la suya.
Como le manifesté a la ministra, “no se entiende, entonces, de dónde nace (…) el interés del Gobierno en esta negociación”. ¿Acaso para que le cuelguen otra medalla en la Alianza Pacífico por su apertura comercial a ese bloque, a costa de 500.000 familias de la Colombia rural?
No se entiende por qué un gobierno que no hizo nada por la admisibilidad sanitaria y, por el contrario, permitió la reinfección de fiebre aftosa y perdió el estatus de país libre con vacunación, lo cual cierra las puertas de los mercados con TLC, nos quiere dejar la herencia maldita de otro embudo comercial que golpeará a las cadenas cárnica y láctea.
No se entiende por qué, frente a las declaraciones del presidente Duque, de no negociar nuevos TLC para concentrarse en los existentes, Santos se obstina en dejarle “amarrado” uno más, y quizás el más gravoso para ese campo que tanto parecía preocuparle cuando negoció la reforma rural fariana.
No se entiende la sordera presidencial frente al clamor de la sociedad civil. Es como querer ser escuchados en una bulliciosa fiesta de despedida.