Colombia elige nuevo Presidente y el Gobierno Nacional está a punto de terminar su mandato. Sin embargo, a pocos días de hacerlo, presento ante el Congreso de la República por segunda vez, el proyecto de Ley que otorga un tratamiento penal especial a pequeños cultivadores de hoja de coca. Este proyecto de ley, más allá de buscar el número preciso de hectáreas de tierras que definen quien es pequeño cultivador y beneficiario de la rebaja punitiva; busca de fondo, encontrar la manera más efectiva de recuperar el ejercicio de la soberanía en el territorio nacional.
Esto si partimos de reconocer que parte de las causas que dieron origen al conflicto armado en Colombia, fue la “huida” o no presencia del Estado de territorios pobres y vulnerables de nuestra geografía. En verdad, cuando uno se adentra en la realidad de la guerra contra las drogas, encuentra la evidencia de que el Estado Colombiano no ha llegado a todos sus territorios y que por eso, muchos de ellos son presa de extensas redes del narcotráfico y de violencia.
Por eso, la primera tarea que tendrá que asumir el próximo Presidente de la República, será la de lograr que el Estado colombiano pueda hacer presencia y soberanía plena en todo el territorio. No perdamos tiempo en polarizaciones absurdas. Pensemos como nación, en cómo resolver la debilidad institucional, la desconexión con el territorio, y las condiciones de pobreza que han llevado al fracaso de las políticas públicas en materia de drogas. Los candidatos durante esta campaña, evadieron el debate político sobre la sustitución de cultivos ilícitos.
Por eso hoy los invito a darlo, desde una perspectiva informada. Una que trascienda el miedo y los prejuicios que impiden trazar políticas y tomar decisiones. Una aproximación a la información y la evidencia contrastable, para superar la estigmatización que históricamente ha pesado sobre los pequeños cultivadores de coca, marihuana y amapola. No olvidemos que un nuevo fracaso en la política de sustitución de cultivos, no significa meramente el fracaso de la Presidencia de la República, sino principalmente, el fracaso de la ruralidad colombiana. La solución facilista es la persecución, la fumigación y el castigo desde un Estado siempre ausente. La solución de fondo y estructural es mirar el problema a los ojos, los ojos de miles de familias que día a día buscan sobrevivir en la miseria y sin oportunidades.