Desde el fallido referendo y el derrotado plebiscito, Santos le ha torcido el pescuezo a las instituciones y ha envilecido a un Congreso siempre dócil, para sacar a toda costa su acuerdo con las Farc. Pero el país está hastiado de concesiones, de Santos y su desprestigiado Nobel, y de unas Farc arrogantes posando de demócratas.
El cambio se siente y ya el Congreso se mueve por nuevos intereses. Con 50 de 51 votos necesarios, en tercera votación ilegal, se hundieron las circunscripciones para las víctimas en 16 zonas elegidas por las Farc, que coinciden con el mapa de su control territorial histórico y del de sus “disidencias” a cargo del narcotráfico.
Con apenas 52 votos, el Senado aprobó la conciliación de la JEP, que sigue siendo una afrenta a las instituciones, aunque el Senado le restauró lo que en la Cámara intentaron cercenarle con el cabildeo vergonzoso del Gobierno.
Aunque les pese a las Farc y al Gobierno, se conservan las inhabilidades a los magistrados, con lo cual la JEP gana algo de garantismo; la presentación de terceros será voluntaria y se disminuye la posibilidad de cacería de brujas; y los delitos de abuso sexual van a la justicia ordinaria, respondiendo a un clamor de la ciudadanía, que no encuentra diferencia entre Noguera y un violador fariano.
Sin hablar del fiasco de la reforma política, raspando se le hundieron al Gobierno las 16 curules y raspando logró conciliar la JEP, aunque tuvo que entregar parte de sus compromisos con las Farc. ¿Qué cambió? Que el Gobierno perdió las mayorías, y no precisamente porque los parlamentarios, en un acto de reflexión, se dieron cuenta de que las curules eran para las Farc en cuerpo ajeno, o del sesgo ideológico de los magistrados de la JEP, o de que un violador es un violador, y punto.
El Gobierno perdió las mayorías: primero, porque hay elecciones y quienes se arrodillaron por mermelada hoy deben responderles a sus votantes, que en el plebiscito mostraron sus desacuerdos y también están hastiados de la veleidad interesada de sus representantes. Segundo, porque ya no hay mermelada, pues la Ley de Garantías congela la administración del Estado por seis meses para proteger al erario de las tropelías de sus políticos.
Así las cosas, el Gobierno incumplió del Acuerdo en aspectos cruciales, lo cual suscitó rabietas de las Farc y una reunión entre Timochenko y Santos, pero sin mayores traumatismos. ¿Por qué? Porque las Farc también han incumplido: con los niños, las armas, los dineros. Es más, el incumplimiento se destapa como premisa de la negociación, porque el Acuerdo mismo es incumplible.
Pero qué importa. Las Farc tienen impunidad total; capitales lavados; sus cabecillas haciendo política y sus “disidencias” ejerciendo control territorial y sosteniendo el negocio del narcotráfico. La perfecta combinación de todas las formas de lucha.