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Buscando el camino

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Eduardo Verano de la Rosa

Eduardo Verano de la Rosa

Columna: Opinión

e-mail: veranodelarosa@hotmail.com

Joseph Stiglitz, el nóbel de economía, reconoció los avances de Colombia con el proceso de paz, pero recomendó resolver la inequidad que hay en la calidad de vida de los ciudadanos y la falta de sensibilidad para afrontarla.

Colombia tiene recursos abundantes y, como normalmente pasa, no se les da la verdadera importancia; se despilfarran y no se logran los niveles de crecimiento económico esperados. Por el contrario, hay inestabilidad institucional, concentración de riqueza y poca atención a problemas sociales. 

Compartimos con todos los países las consecuencias del calentamiento global por la excesiva emisión de dióxido de carbono, la explosión demográfica que crea desbalances en el manejo de la economía, la migración y el desempleo por la transición a una agricultura más tecnificada y por la robotización industrial. Todo nos obliga a repensar la globalización.

No obstante, los países deberán trabajar las inequidades. La economía de mercado por sí sola no tendrá capacidad para manejar los problemas que se afrontarán a futuro y, por lo tanto, será el Estado el que asumirá, con mayor responsabilidad, la promoción de cambios que beneficien a todos utilizando nuevas tecnologías y procesos de innovación.

Stiglitz reconoció las dificultades que ocasionará al mundo entero la administración de Donald Trump al cambiar los patrones del comportamiento internacional de Estados Unidos. En especial, sus sistemas tradicionales de cooperación.

Tenemos que aprender la lección que deja la dependencia de la economía colombiana del petróleo y el impacto que ha tenido en su crecimiento.

El posconflicto llevará a la reintegración de nuestra economía con programas de generación de empleo que den credibilidad al proceso interno de cohesión social y de fortalecimiento de la macroeconomía.  

Se tendrán que afrontar los gastos de los acuerdos para lograr la paz, pero la política fiscal ha sido contradictoria, ya que ha elevado las tasas de impuesto a las ventas y el endeudamiento no se orientó a más gasto social. Todo es contrario a nuestro tradicional cuidado en estas materias. 

Lo que más nos ha golpeado es el déficit en la balanza comercial externa (diferencia entre exportaciones e importaciones) como un fantasma que vuelve a aparecer. Este conjunto de acontecimientos nos ha llevado a una contracción económica y a un menor crecimiento.

Tienen que fortalecerse más los sectores industrial, minero y de servicios. Es clave que el Gobierno asuma un papel activo en la transformación estructural del país. 

Colombia debe ser más internacional con las alianzas del Pacífico y los tratados de libre comercio de las Américas. También hay que fortalecer la economía doméstica, donde aún tenemos un amplio espacio para aumentar la construcción de infraestructura y  viviendas.

Los programas habitacionales deben ser más fuertes y sólidos, con unas mejores urbanizaciones que generen empleo. Así mismo, hay que impulsar el transporte público y la infraestructura; y poner impuestos a las tierras no utilizadas para evitar su especulación.

Para consolidar su futuro, Colombia tendrá que responder a múltiples desafíos y establecer otras políticas económicas y sociales que fortalezcan sus instituciones y sus gobiernos. El camino está claro: generar más puestos de trabajo a través de industrias que se preocupen por incrementar su producción con innovación. Así tendremos un país más equitativo y con mayor calidad de vida.