El mes de septiembre tiene una característica especial. A diferencia de los demás, esta sección del calendario se asocia a hechos importantes de ingrata recordación. Citaremos, para apuntalar esta afirmación, algunos casos que permanecen en la memoria de las generaciones recientes.Podríamos mencionar varios acontecimientos trágicos ocurridos en septiembre pero solo destacaremos tres.
El 5 de septiembre de 1972, durante la XX edición de los Juegos Olímpicos de Verano, en Munich, un comando de terroristas palestinos autollamado ‘Septiembre Negro’, tomó como rehenes a once de los veinte integrantes del equipo olímpico de Israel. En casos similares se ha comprobado que los asaltantes obedecen a una consigna grabada en su conciencia y en procura de la misma están dispuestos a lograr sus objetivos o a perder la vida en el intento. Los ‘fedayines’ palestinos eran refugiados en los campos de Líbano, Siria y Jordania. Exigían la liberación de 234 palestinos presos en cárceles de Israel y 2 más encarcelados en Alemania. Además, pedían ser trasladados con seguridad a Egipto. Al final de la temeraria acción resultaron muertos once atletas israelíes, cinco de los ocho terroristas y un oficial de la policía alemana. Para nosotros estas son acciones irracionales; pero no piensan así los actores de las mismas.
El 23 de septiembre de 1973 ocurrió la muerte del poeta chileno Pablo Neruda. Aparentemente no hubo violencia en este caso; pero veamos: Pocos días antes, el 11 de septiembre, Augusto Pinochet, apoyado por la fuerza aérea, asesinó al presidente socialista Salvador Allende, quien había sido elegido en forma democrática por el pueblo chileno. (Se afirma que el presidente se suicidó). El dictador, apenas inaugurado su fatal régimen que duraría diecisiete años, impidió que el poeta Neruda, amigo íntimo de Allende, recibiera los medicamentos que debían aplicársele para subsistir. De esta forma Pinochet eliminó en solo trece días a dos de las personas más importantes que ha dado Chile en toda su historia. No olvidemos que Neruda (Ricardo Neftalí Reyes Basoalto) es considerado el mayor poeta de América Latina.
Hay otro hecho trágico con el mes de septiembre como telón de fondo: Ante nuestros ojos incrédulos se desplomaron las Torres Gemelas del World Trade Center, en pleno corazón de Nueva York. Ese ataque terrorista dejó cerca de 3.000 personas muertas, inocentes todas. Algunos meses después de este hecho apareció una separata periodística especial con los nombres completos y respectivas nacionalidades de las víctimas fatales. ¡Cuánta gente que por necesidad laboral tenía que estar, y estuvo, en ese trágico lugar! Las imágenes televisivas repetidas una y otra vez nos dejaron en la retina y en el cerebro una huella que de alguna manera nos ha afectado. Podemos olvidar muchas cosas, en cualquier momento, pero el impacto de los hechos terroristas vive con nosotros y nos aporta una referencia a la cual acudimos con mayor o menor frecuencia.
Quedamos marcados por todo lo que ocurre en el mundo. La televisión y la efectividad del Internet nos mantienen en contacto con lo bueno y lo malo. Sin embargo, esperamos pacientemente que algún día nos envuelva una oleada de comprensión y solidaridad universal. Mientras tanto, los seres humanos vivimos el impacto de los acontecimientos para luego seguir indiferentes. Ese es un mecanismo de defensa necesario, entre otras cosas, para disfrutar si no de felicidad por lo menos de fragmentos de tranquilidad. Deliberadamente hemos omitido mencionar los horrores que en Colombia se han cometido durante septiembre de cualquier año, de todos los años. No habría espacio para citarlos; mucho menos para reseñarlos. Aunque en cualquier período del año puede ocurrir lo menos pensado, cabe preguntar: ¿Qué culpa tiene septiembre?