La revisión de estrategias que nos conducirán directamente a etapas superiores de desarrollo económico y social es una tarea de nunca acabar. Las regiones deben tener más injerencia en la toma de decisiones a nivel nacional.
¿Cuál debe ser la mejor organización de nuestra comunidad para lograr un mayor desarrollo, bienestar y un mejor crecimiento de la productividad?, ¿cómo se debe organizar una vocería local que tenga trascendencia a nivel nacional?, ¿cómo participamos de mejor manera en los espacios de poder del Gobierno Nacional?, ¿cuál es el papel de los medios de comunicación en todo esto?
En el Caribe, el sector privado quiere crear y fortalecer Procaribe.
Nos hemos acostumbrado dócilmente a que el Gobierno Nacional sea el único dispensador de crecimiento y desarrollo económico y social. De allí que se justifique que para promover el desarrollo regional se debe conquistar posiciones en el poderoso y macrocefálico Gobierno Nacional. Sin embargo, esta estrategia no ha tenido resultados relevantes.
No habrá nada más poderoso para construir nuestro futuro desarrollo económico y social desde las regiones que el “Estado Regional”, consagrado en la Constitución del 91.
Será la única herramienta que logrará significativas transformaciones de fondo y para siempre. El Estado Regional debe funcionar con una visión territorial y con un plan de desarrollo regional. Construir liderazgos propios más fuertes y eficaces que tengan la responsabilidad directa de nuestra política económica y social.
Es cierto que logramos avances al tener acceso a “ministerios con chequera”, pero lograremos mucho más si estructuramos un Estado Regional que, a su vez, tenga una mayor participación real en el Sistema General de Participación (SGP), tal como fue aprobado en la Constitución del 91.
En la actualidad, solo se ha logrado la transferencia del 27 % de los Ingresos Corrientes de la Nación y no el 46 % originalmente autorizado.
La plata del SGP se sigue concentrando, inconstitucionalmente, en el Gobierno Nacional.
El centro del Estado debe ser el Caribe para el Caribe, como para el Pacífico debe ser el Pacífico y para la propia Bogotá debe ser Bogotá. Cada uno en lo suyo.
El sistema centralista público repercute en lo privado. Barranquilla no maneja sus hilos de poder público, tampoco maneja su sistema productivo y financiero privado porque muchas de las grandes empresas dependen de su casa matriz. Lo propio ocurre en Cartagena donde su gran industria poco incide en el desarrollo de Bolívar.
La misión principal es conquistar el mundo comercial con nuestro aparato productivo, con nuestra gente. El atraso del Caribe o el Pacífico debe ser responsabilidad de su clase dirigente.
Nuestro futuro está en la apertura económica, en la exportación, como siempre se ha dicho. Este proceso se ha detenido, precisamente, para privilegiar el de la zona central que tiene unos costos de transportes elevados que lo sacan del mercado mundial.
El sistema de producción mundial enfrentará ágil y tranquilamente las propuestas de Trump contra la economía mexicana y latinoamericana, y se renegociarán los tratados de libre comercio. La respuesta debe ser la creación de “zonas económicas especiales” que deben estar ubicadas en las costas.
La economía debe repensarse. Las regiones debemos asumir la responsabilidad del manejo de nuestros asuntos, por eso insistiremos en el Voto Nacional por las Regiones.