Grave como la guerra, la corrupción estructural. Esta es la primera reflexión de la actual situación político administrativa de nuestra nación que debe extraerse de la filosofía política y la ciencia política.
El buen gobierno es el ideal de todo Estado republicano, se alcanza al destruir las causas que estructuralmente facilitan la corrupción. La corrupción aniquila los Estados, fomenta la violencia, es madre del caos y genera injusticia. La corrupción destruye el ideal de la igualdad, concordia y la dignidad humana.
Marco Tulio Cicerón, en La República, decía: “Tampoco Cartago hubiera tenido tanta fuerza durante casi seiscientos años sin un buen gobierno y una moral”. En la misma obra, afirmó: “<Como dice Ennio>, “La república romana se funda en la moralidad tradicional de sus hombres”. Verso este que me parece proferido por un oráculo, tanto por su brevedad como por su veracidad”.
Sin moralidad pública, no es posible buen gobierno, justicia, igualdad, libertad y dignidad humana. Menos concordia y paz real. Tenemos Fiscalía, Procuraduría, Contraloría, un régimen político presidencialista cuasimonárquico y un asfixiante centralismo en el modelo de Estado.
No obstante, la corrupción crece y es invencible. Lo es porque las actuales instituciones no construyen la moralidad pública necesaria para que el ciudadano tenga acceso al poder porque el poder político está secuestrado por el régimen centralista.
Es la estructura del poder centralista la que evita una moralidad pública. Todos actúan en contra de la corrupción, la investigan y la castigan, pero la corrupción sigue creciendo en forma gigantesca, gracias al modelo de instituciones políticas que la alimenta. El buen gobierno, solamente podrá hacerse realidad si hay estructuras democráticas que alimenten la moralidad pública.
La vida debe imitar al arte porque el arte replica la vida de los ciudadanos. Al visitar Siena, en la Toscana italiana, encontramos extraordinarias obras pictóricas, de conmovedora belleza y muestra del ingenio y la agudeza humana. Un pintor sobresale con su alegoría al ideal del buen gobierno: Ambrogio Lorenzzeti. Su mensaje determinante es que el autogobierno es fuente de la moralidad pública y buen gobierno.
En la Sala dei Nove del Palazzo Comunale de Siena, en las doce láminas, Lorenzzeti describe como las fuentes del buen gobierno descansan en virtudes morales como justicia, paz, fortaleza, prudencia, magnanimidad y templanza; asimismo, pinta la tiranía, la crueldad, el furor, la discordia y la guerra como enemigas de esa forma de gobernar. La corrupción estructural no se derrotará sin un buen régimen político para un buen gobierno.
La corrupción estructural, la que padecemos en Colombia, es derivada de malas instituciones que no auspician moralidad pública. Las reformas a las instituciones son la fuente futura de buen gobierno. Un nuevo pacto constituyente para regionalizar el país y revisar radicalmente las instituciones es la alternativa razonable para que haya una moralidad pública.
El modelo vigente de centralismo y presidencialismo cuasimonárquico es el caldo de cultivo de la corrupción estructural. Se reina, pero no se gobierna.