Has nacido pequeña mía. Verme en tus ojos es saber que soy responsable de ti. La vulnerabilidad de tu cuerpo recién en contacto con la luz, con el aire. Tus pequeñas manos que navegan torpes entre las brumas de ojos que apenas distinguen. Tu boca con el lloro de los cachorros cuando tienen hambre y mi búsqueda de los instintos primarios que me permitan comunícame, entenderte.
Te veo y todavía no creo que toda tú, todo tu cuerpo vivo, completo, hubiera estado dentro de mí. Eres tan pequeña, y al mismo tiempo tan grande; otro ser enteramente. Me sorprende como deslumbran los milagros, que hayas estado ahí, en un vientre redondeado.
Los misterios que se nos vienen por resolver apelan a la historia inconclusa, difícil y cambiante de los instintos y los secretos de la conservación de la especie. La manera como nos relacionamos es como se han relacionado todas las madres y sus crías; y sin embargo parece tan propia e íntima.
Llegas a un mundo cambiante. Los modelos de consenso que hasta ahora imperaban están desapareciendo. Pareciera que entramos en una era donde el respeto por la diferencia tiende a decaer, tenemos miedo de quienes piensan distinto. El insulto se ha vuelto el mecanismo para limitar la libertad de expresión. Las éticas individuales tienen pretensiones universales. Los estados nación tan fuertes en el siglo pasado, hoy enfrentan retos que sin duda hablan de profundas transformaciones. No sabemos el rumbo que tomarán estos movimientos, pero estoy segura de que irán abriendo un nuevo mundo que será el tuyo, el de tu generación. Hoy que apenas tienes unos días quiero decirte que espero que siempre luches. Aún las batallas que parecen imposibles, cuando están movidas por el corazón, dan razón a la existencia.
Piensa siempre en los otros. No culpes a nadie más que a ti de tus tropiezos, pues como dice el poeta, “la culpa es de uno cuando no enamora”. Ama todo cuanto te rodea, busca la justicia y persevera en tus sueños. No dejes que el ego te engañe, que la vanidad te desvíe, que la envidia te trunque. Sé generosa con lo que tienes y sobre todo con los triunfos que obtengas. Y busca siempre poner por encima de tus intereses, lo que le conviene a todos.
Tu nombre es lo primero que te hemos dado para que construyas una identidad propia. Un nombre para que te reconozcas y te reconozcan. Un nombre de flor silvestre, delicada y suave, con poderes, para que recuerdes que de ti depende sacar solo lo que es bueno de ti misma, para que siempre juzgues tu conducta sabiendo que puedes equivocarte. Un nombre que también habla de la mujer mártir por la libertad.
Un nombre cuya canción evoca lo mucho que tu papá y yo te queremos: Amapola, lindísima Amapola, será siempre mi alma tuya sola. Yo te quiero, amada niña mía, igual que ama la flor la luz del día. Eres la luz de este nuevo día; luz de ilusiones, de esperanza, de promesas y sobre todo de exigirme cada día más y buscar un mundo siempre mejor.