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Julio Flórez: poeta del pueblo pueblo

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Opinión

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es

Un poeta colombiano con quien estamos en deuda es Julio Flórez. Su nombre es aceptado a regañadientes en algunas antologías; en muchas otras ni siquiera asoma su perfil literario. Sin embargo, entre nuestros adultos mayores sus versos no son desconocidos. Madres y abuelas sorprendían a los niños con declamaciones de poemas aprendidos de memoria en su lejanísima infancia. El poeta nació en Chiquinquirá el 22 de mayo de 1867 y se convirtió en el más popular vate de su época. Sus poemas aún despiertan el sentimiento romántico de muchos colombianos.


De Julio Flórez se dice que fue “un poeta llorón, con un léxico reducido, sin ideas en muchos de sus poemas, sin pulimento artístico, con grandes fallas idiomáticas, altibajos líricos, exceso de sentimentalismo y falto de gusto, pero no se puede negar que fue un poeta fecundo y el más popular de los colombianos por muchas décadas”. En 1881, a los catorce años, ingresó a estudiar literatura en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, en Bogotá, pero no culminó sus estudios debido a la guerra civil de 1885. Cuando murió Candelario Obeso, en 1884, en el sepelio Julio Flórez, con apenas diecisiete años exaltó sus méritos en sentidos versos. En 1896, ante el féretro de José Asunción Silva, Flórez volvió a manifestarse: declamó una elegía considerada por el obispo de turno como una blasfemia.

Julio Flórez tenía por costumbre publicar versos sin haberlos pulido si consideraba que expresaban sentimientos que hacían vibrar al lector. Por eso, tal vez, se le consideraba poco culto y de manejo simplista de una versificación en la cual predomina el erotismo y la sensualidad. Sin embargo, a la iniciativa de Flórez la poética colombiana debe la fundación de ‘La Gruta Simbólica’, tertulia que funcionó en plena Guerra de los Mil días y en la cual nació su poema “Flecha Roja”, dedicada al caudillo liberal Rafael Uribe Uribe. Pero esa poesía comprometida le valió persecuciones y, finalmente, en 1905 el presidente Rafael Reyes terminó “aconsejándole” irse del país porque se le consideraba sacrílego, blasfemo y apóstata. Marchó, pues, el poeta al exilio sin dejar de publicar sus poemas: en Caracas, “Cardos y lirios” y “La Araña”; en El Salvador, “Manojo de Zarzas” y “Cesta de lotos”. México también lo acogió y fueron esos años fuera de su país los que le dieron el éxito y la fama internacional.

En 1907 el dictador Reyes, su enemigo político, lo nombró segundo secretario en la Legación de Colombia en España. Publicó entonces “Fronda lírica” en Madrid (1908) y “Gotas de ajenjo” en Barcelona (1909). Ese año regresó a Colombia. Pasó a Barranquilla y, en busca de salud, se estableció en Usiacurí, municipio del Atlántico. Con Petrona Moreno, joven de apenas catorce años, tuvo cinco hijos. Julio Flórez publicó en 1917 “De pie los muertos”, versos sobre la Primera Guerra Mundial. Su vasta producción literaria incluye poemas como el famosísimo “Flores Negras”, “Abstracción”, “Aún”, “Candor”, “Cuando lejos, muy lejos”, “En el salón”, “Humana”, “Huyeron las golondrinas”, “Idilio eterno”, “La gran tristeza”, “Madrigal”, “Resurrección”, “Tú no sabes amar”, “Tus ojos”, “Y no temblé al mirarla”, “¿En qué piensas?”, “Visión” y “Todo nos llega tarde”. En 1922 el poeta accedió a la confesión, comulgó y contrajo matrimonio con Petrona. Solo así la sociedad lo acogió en su seno y el 14 de enero de 1923, cuando le quedaban quince días de vida, fue coronado Poeta nacional. Esta exaltación, como su poema, le llegó tarde.