Una de las certezas alcanzadas en La Habana y que debe ser inamovible en esta nueva etapa de renegociación, es la de que los campesinos no solo llevan la carga más pesada de este conflicto armado, sino también, que, únicamente invirtiendo en ellos, podremos lograr una verdadera ruta de paz.
Para hablar en términos más concretos, es urgente promover la economía solidaria en el sector rural. Por ejemplo, creo que a través de cooperativas los campesinos podrían aumentar colectivamente su poder de negociación con quienes venden los insumos agrícolas, o que serían capaces de eliminar a los intermediarios que hacen su ganancia de la venta de productos, sin hacer un reconocimiento justo al trabajo de estos hombres y mujeres que por vivir aislados entre ellos, sin carreteras terciarias, ni vías de comunicación, terminan siendo presa fácil de quienes buscan hacer negocio con su trabajo.
En el marco de esta certeza, propuse durante el reciente debate del proyecto de Reforma Constitucional del Campesinado, una adición en relación con las cooperativas campesinas. Mi propuesta busca que el Estado asuma la obligación de financiar, promover, y apoyar realmente las cooperativas, así como cualquier otra forma de asociación campesina, asegurando la capacitación, la asistencia técnica y el financiamiento de las mismas, e impulsando programas de comercio justo de bienes y servicios.
Esta iniciativa, busca convertirse en un estímulo no solo a la economía solidaria y cooperativa sino principalmente a la autonomía económica y la capacidad organizativa como medio para mejorar las condiciones de vida, de trabajo y de producción de millones de personas.
Este tema, fue incluido en los acuerdos de La Habana, bajo el título de Plan Nacional de Fomento a la Economía Solidaria y Cooperativa Rural que básicamente creaba medidas de fortalecimiento de asociaciones y organizaciones vinculadas con la producción y el abastecimiento alimentario y de fomento de las cooperativas, como medio para canalizar recursos y servicios a la población rural.
Invertir en el campesinado colombiano, nos permitirá no solo deshacer la equivocada percepción de que somos un país moderno e industrializado, sino acentuar la evidencia de que somos una sociedad principalmente rural y que solo resolviendo las iniquidades que viven nuestros campesinos, podremos comenzar un verdadero proceso de modernización.