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Un cambio de gran magnitud

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Opinión

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es

Es costumbre inveterada querer hacer las cosas después de perder el poder.
Los expresidentes siempre tienen las fórmulas precisas después de terminar sus respectivos períodos. ¿Podría hablarse de ‘síndrome de los ex’? Lo cierto es que ante la inminencia del triunfo del SÍ sobre el NO en el plebiscito, por lo menos dos conocidos exmandatarios han montado tarimas extemporáneas para volver a sentirse poderosos.

Andrés Pastrana Arango fue presidente de Colombia. ¡Quién lo creyera! Pues bien; actualmente (2016) no ha sido partidario de que se concierte un acuerdo de paz con las Farc. Faltan pocos días para el plebiscito que dirá SÍ o NO en la consulta nacional y él persiste en recomendar el voto por el No. Es una actitud respetable. Pero todo en la vida tiene sus causas, y las de Pastrana radican en el fracaso que sufrió cuando era Presidente y quiso conseguir esa paz que ahora comienza a ser realidad.

En otras palabras: Pastrana nunca ha estado dispuesto a ser un simple espectador dentro de un proceso que le hubiera gustado presidir. ¿Cómo aceptar que otro mandatario se lleve los honores si fue él quien en años pasados despejó más de 42.000 kilómetros cuadrados del territorio nacional para que la insurgencia anduviera sin restricciones por el mal recordado Caguán? Seguramente en su mente ya había elaborado una escena semejante a la que conoció el mundo cuando a García Márquez lo aplaudieron de pie en la magna sala, frente al rey de Suecia. No. La imaginación no le dará para tanto, pero el Premio Nobel de la Paz sí estaba entre sus ambiciones. ¿Tiene Santos la culpa de que eso no ocurriera? Pastrana no perdona que se le haya escapado ese honor inmerecido. Tuvo que causar gran impacto en su ego ver los espacios ocupados por altas autoridades de los gobiernos en el reciente acto en Cartagena en vez de la silla vacía que le dejó alias ‘Tiro Fijo’ en el Caguán. No tolera que en Colombia se cambie la confrontación armada por la paz y el odio por la confraternidad, o al menos por la tolerancia. Después de cincuenta y dos años de guerra fratricida –en medio de la cual sufrió en carne propia el horror del secuestro– Andrés Pastrana no valora el compromiso de no repetición que ha firmado la guerrilla. Definitivamente, el odio y el resentimiento lo han enceguecido.

Sin que signifique apoyo al gobierno de Santos, hay que reconocer su actitud pacificadora sin necesidad de regalar al jefe de la guerrilla un costoso reloj Rolex para convencerlo de que se acogiera al beneficio del desarme de cuerpos y de espíritus. Los negociadores del Gobierno tuvieron que enfrentarse durante cuatro largos años a un equipo negociador dispuesto a no ceder en sus argumentos. Al final, con las imperfecciones que conocemos, se ha llegado a un acuerdo que será refrendado o no el 2 de octubre próximo. Como diría un conocido grupo musical del Chocó: “Eso es lo que hay”. Por otro lado, y en la misma tónica de Pastrana está el expresidente Álvaro Uribe –no sabemos por qué se empeñan en seguir llamándolo presidente–, a quien su orgullo impide mostrar algún reconocimiento a favor del acuerdo. Pero ese es otro tema; importante, claro está, por lo que merece tiempo y espacio aparte. Los demás: Francisco Santos, Alejandro Ordóñez y otros, no tienen cabida en estas Acotaciones que, dicho sea de paso, resultaron orientadas hacia la política, dadas las circunstancias del momento actual colombiano.