Ayer, 8 de septiembre, se cumplieron 371 años de la muerte de Francisco de Quevedo y Villegas, poeta y escritor del Siglo de Oro Español. Ese período coincide con el Renacimiento y en él florece el Humanismo. Es normal, pues, hablar de Clasicismo, Renacimiento, Siglo de Oro y Humanismo para referirse a una época común en la historia española. En el siglo XVII, el Clasicismo se convirtió en Barroco. Frente al clasicismo renacentista, el barroco valoró la libertad absoluta para crear y distorsionar las formas, la condensación conceptual y la complejidad en la expresión.
El máximo representante del conceptismo es Francisco de Quevedo y Villegas (1580-1645). Nombre completo: Francisco Gómez de Quevedo Villegas y Santibáñez Cevallos. El conceptismo incide, sobre todo, en el plano del pensamiento. Su teórico fue Baltasar Gracián, quien en la obra “Agudeza y arte de ingenio” definió el concepto como “aquel acto del entendimiento que exprime las correspondencias que se hallan entre los objetos”. Para conseguir este fin los autores conceptistas se valieron de recursos retóricos tales como la paradoja, la paronomasia o la elipsis. También emplearon con frecuencia el equívoco, recurso que consiste en emplear un significante con dos posibles significados. La mayor parte de las obras de Quevedo son satíricas. Algunas son: “La culta latiniparla”, “Historia de la vida del Buscón llamado Don Pablos”, “Poderoso caballero es Don Dinero”, “Amor constante más allá de la muerte”.
El estilo de Quevedo es estructuralmente complejo, aunque utilizó siempre un lenguaje llano y a veces lleno de procacidades o insolencias. Dicho lenguaje dio motivo para que en épocas pasadas las abuelas contaran a sus nietos y amiguitos de estos, reunidos alrededor de ella, chistes que tenían como centro al poeta español, sin saber que se trataba de una de las lumbreras de las letras castellanas. “Ahora les voy a contar una historia de Quevedo...”. De esta forma el apellido del representante del conceptismo se popularizó y asoció con vulgaridades en medio de chascarrillos celebrados por personas poco ilustradas. Pienso que a Quevedo no le habrían disgustado estas alusiones a su ingenio, aunque de alguna forma reconocería que había caído muy bajo en el aprecio de su literatura. Son frases de Quevedo: “La envidia es tan flaca y amarilla porque muerde y no come”. “El que quiere de esta vida todas las cosas a su gusto, tendrá muchos disgustos”. “El valiente tiene miedo del contrario; el cobarde, de su propio temor”. “Nadie ofrece tanto como el que no va a cumplir”. “Todos los que parecen estúpidos lo son, y además, lo son la mitad de los que no lo parecen”. Quevedo se burlaba de Góngora, sin tener en cuenta sus propios defectos físicos: ambos pies defectuosos y una miopía muy pronunciada. El gran poeta del barroco nació el 14 de septiembre de 1580.