Quería más, se pudo hacer una mejor negociación y, por eso, fui reiterativo en 4 años de negociaciones.
Que los terroristas de las Farc pagaran, por lo menos, algo de cárcel, devolvieran parte del dinero con que cuentan para la reparación de las víctimas y dijeran la palabra perdón, ausente en el discurso de Iván Márquez, el miércoles en La Habana. Pero no todo es siempre como uno quiere y se debe analizar objetivamente para tomar la decisión del plebiscito, más cuando todo está acordado y prácticamente no hay opciones de reabrir los diálogos, según ha expresado Humberto de La Calle.
Es necesario valorar lo que ha hecho un gobierno que descuidó muchos sectores y hoy nos tienen en una crisis por apostarle a una salida negociada con el más numeroso y antiguo grupo que desangró a Colombia; es claro que las Farc fueron a negociar, no a someterse, con el argumento que no fueron vencidos y desde una óptica realista, tienen razón; también Santos, a quien considero el peor presidente de los que intentaron un acuerdo, lo logró y eso es meritorio, aunque sea con una alta carga de impunidad, como han denunciado organizaciones internacionales como Human Rights Watch. La gran pregunta es ¿Qué viene? Echar los sapos a un lado y verlo en positivo.
Hay puntos que pueden ser importantes para la construcción de un país diferente, que algún día se aproxime a la verdadera paz: En primer lugar, las Farc se acaban como organización armada y esto implica finalizar la máquina de muerte, secuestros, extorciones etc. Que hay otros grupos que continuarán, es otro tema, por eso no es paz y ello implica una gran reducción en gasto militar, solo en los últimos 10 años ese rubro paso los 200 billones de pesos. Con respecto al narcotráfico, también hay compromisos puntuales que pueden impactar en zonas del sur del país y en el Catatumbo, donde la coca se ha convertido en el principal insumo de la guerra. Además, hay salida al problema de tierras, en cuanto a la tenencia y la redistribución, para lograr un desarrollo rural integral, se necesita y sería un gran aporte a la igualdad participativa del campesinado golpeado por la violencia y abandonado por el Estado. La profundización de la democracia es una necesidad y, en el acuerdo, se dan avances para que la política se oxigene, en un país sometido por los mismos que se reeligen y cuando se cansan, nos envían a sus delfines para seguir ejerciendo la política con las mismas mañas; la llegada de las Farc a la política, amplía el debate y extiende las garantías para la protesta social y puede que desconcentre el poder de las elites regionales y locales, así no tengan autoridad moral, en realidad creo que muy pocos en Colombia la tienen. Sobre medios de comunicación, también hay un punto importante con la pauta oficial, debe ser verificada y regulada para que no se convierta en aliada del poder de turno.
Lo que puede marcar la diferencia es la voluntad de ambas partes de cumplir lo acordado, ya que el gobierno por lo general se olvida lo que pacta y a las Farc poco se les puede creer, ahora toca confiar y esperar a que todo sea una realidad, de lo contrario, seguiremos condenados a una guerra con actores diferentes.