Podría parecer precipitado tomar una decisión respecto al sí o al no para votar en el plebiscito de los acuerdos de La Habana. Lo anterior porque a la fecha, no conocemos el acuerdo final. Ni siquiera lo cerrado lo conocemos, pues nada está acordado hasta que todo esté acordado y existen aun salvedades por parte de las Farc, lo cual implicará seguramente ajustes finales.
Así, ponderarlos, y ver lo bueno o lo malo de ellos, o estudiar su conveniencia o inconveniencia, no es tarea que se pueda hacer completa al momento. No obstante, las puntadas hacía la catástrofe están claramente anunciadas. La justicia planteada hasta ahora es claramente un atropello a la institucionalidad colombiana y el instrumento perfecto para que las Farc hagan y deshagan a su antojo. Permitir además penas risibles y elegibilidad para autores de delitos graves es sembrar espinas en el camino de la verdadera paz.
Si todo ello fuera poco, permitirles a los narco-terroristas que conserven su dinero, para que después puedan usarlo para elegirse, parece toda unafábula macabra y crónica de una muerte anunciada. Crear además micro-estados para que se desmovilicen y darles curules, sin que se las ganen, no es más que un atropello a la soberanía y a la democracia colombiana. Si además permitimos que entren tropas extranjeras a nuestro territorio, para supuestamente verificar y colaborar en el proceso, estamos ante un abandono total de la soberanía del Estado y un incumplimiento de los mandatos constitucionales. Y si además son tropas cubanas, pues ni hablar.
Cada anuncio y cada paso que da el Gobierno de Santos hacia el fin del conflicto deben dejar a cualquiera atónito y sin palabras. Todas estas perlas son lo que contendrá el acuerdo final. Así, no hay más remedio que decirle a todo ello que no, que mucha gracias pero no. En algún momento, algunos ingenuos, que aun creían en la independencia de la Corte Constitucional, pensaron que la Corte iba a modular su fallo. Que iba a aprobar el plebiscito de una sola pregunta, pero al menos manteniendo un umbral del 50% del censo electoral. Desafortunadamente esto no pasó. Por ello, la abstención no es una posibilidad. Hay que pronunciarse y decir no. Así, quienes votemos por el “no al acuerdo” tengamos altas probabilidades de perder, por la reducción del umbral, la falta de garantías y fondos para promover el “no al acuerdo”, la participación de los funcionarios públicos en la campaña por el sí y los fondos estatales sin límite al servicio del sí, es preferible perder sabiendo que nos hicieron trampa que perder por no participar. De pronto ganamos, quien sabe. Pero si perdemos los del “no al acuerdo”, al menos lo hicimos con las botas puestas. Abstenernos es hacerles el camino más fácil a las Farc. Es dejar que otros decidan para que las Farc, finalmente y más temprano que tarde, puedan llegar al poder.
Tercio Extra: Lo del castro-chavismo empieza a volverse realidad. Los engendros que aun no conocemos de La Habana nos los van a seguir sacando de a puchitos. La posición de la ciudadanía no puede ser “dejar hacer y dejar pasar” para que se haga la paz y termine este “reality” de una vez. Tenemos que decir no a lo que nos quieren mal vender, con vicios evidentes y ocultos, pues lo que nos jugamos es el futuro de nuestro país y ese futuro, con lo que se conoce del acuerdo, no sería el adecuado.