El jueves anterior se firmó en La Habana el cese al fuego y se acordó lo relacionado con la dejación de armas y las zonas de concentración.
Antes, tengo que decir que he sido de los críticos implacables del proceso por los errores y concesiones del Presidente Santos a las Farc, que salen victoriosas de esta negociación basada en la impunidad y la falta de compromiso con la verdad, la reparación, el perdón a las víctimas, pero es una realidad y lo que falta es carpintería. Es un acuerdo a lo colombiano, con mucho show mediático, intereses politiqueros, al parecer con Santos no había otra forma.
No obstante, hay que comenzar a ver lo positivo, como la entrega de armas, el apoyo internacional, las desmovilización de combatientes, la inversión que generara el posconflicto y las las muertes que se pueden evitar a futuro, habrá que rogar para que estos bandidos cumplan; pero no podemos quedarnos en la crítica sin aportar para lo que viene, que es bien difícil, y creo que la obligación de todos es poder construir un modelo de reconciliación en una sociedad más civilizada y tolerante, que delibere y no se mate por pensar diferente.
El menú por estos días es tragar sapos y en esa medida estoy, no me atemorizan las Farc en política por su modelo anacrónico y además no cuentan con la gente porque en vez de defender a los ciudadanos de un estado que atropella sus derechos, se dedicaron a atacar la población civil sin ningún tipo de contemplaciones, aunque en cierta medida sus luchas sociales sean justas; además, la situación de Venezuela no les favorece para nada.
Desde ya hay que replantear el debate en este nuevo escenario, sobre todo con el Centro Democrático, porque Uribe no puede quedar relegado al cuarto oscuro de la historia, pese a que muchos de los que promueven la paz, lo quieran ver preso y hasta muerto; quieran o no, es el principal actor de estos resultados porque su política de seguridad democrática dio golpes que debilitaron a los insurgentes y los obligaron a negociar, además fue él quien impuso a Juan Manuel Santos, entonces la reflexión debe partir de la nueva generación del Uribismo para que oxigene el movimiento tomado por una línea extremista que no acepta nada y se opone a todo y eso en política es riesgoso, puede terminar con la plataforma que han construido con miras a las próximas elecciones de congreso y presidenciales.
Es cierto que una gran franja del país está alineada hacia la extrema derecha, víctimas de las Farc, pero estoy convencido de que el plebiscito pasará en la Corte y ganará el sí, tiene muchas cartas a favor; bajonazo de umbral, maquinaria politica, publicidad oficial y el sentimiento de mucha gente que se cree el cuento de la paz, aunque otros factores generadores de violencia no hayan sido involucrados: la corrupción política, el ELN, Bacrim y el mismo narcotráfico, motor de la violencia que ha azotado a Colombia en las últimas décadas; claro está, si Santos no sigue metiendo la pata.
Es necesario un reconocimiento muy especial a Humberto de la Calle, gestor de esta organización de paz que, mal o bien, acabará un conflicto con el grupo armado más grande del país, mis respetos por negociar con estos terroristas y lidiar con las torpezas de Santos.