El Presidente Santos, fiel a su talante, procedió a realizar un cambio numeroso de los altos funcionarios de su Gobierno.
Y digo fiel a su talante porque Santos siempre busca dar golpes de opinión para aderezar de manera artificial el ambiente político, cuando siente que su popularidad está baja.
Pero, ¿con qué intención lo hace, además de cambiar nombres para realizar un golpe de opinión? Realmente no se sabe. Simplemente cambió de nombres. Expertos lo llaman ya el “Gabinete de la Paz”, pero fiel a su grandilocuencia y rimbombancia, el Presidente indicó que era para enfocarse en la paz, el posconflicto, la consolidación de la economía colombiana y la lucha por la equidad.
No obstante, el nuevo Gabinete Ministerial parece más una colcha de retazos diseñada para repartir puestos y congraciarse con los partidos políticos, de la mal llamada Unidad Nacional, que un equipo cohesionado y monolítico que ejecute unas políticas unívocas y concordantes de gobierno. En primer lugar, porque dichas políticas no existen. Se van elaborando conforme a las circunstancias y a la coyuntura.
En particular, a la necesidad de repartijas burocráticas que sean exigidas por los partidos de la Unidad Nacional y por las necesidades que surjan de la mesa de negociación de La Habana.
En segundo lugar, porque ha nombrado, además, personas de diferentes corrientes políticas, e incluso algunos que no hacen parte de la Unidad Nacional. Por ello, ya algunos de los nombrados empiezan a tener ideas y vuelo propio, como claramente se puede entrever por las declaraciones iníciales de Clara López y de otros de los nombrados.
El Presidente, por lo tanto, suma adhesiones a un proyecto de paz, pero sólo por la idea grandiosa e impoluta de la paz, pero los miembros del Gabinete Ministerial, parte de una colcha de retazos, tendrán ideas propias sobre lo que significa la paz y lo que debe incluir la paz.
Estas ideas nacen necesariamente de los ideales políticos de unos y otros, pero sobre todos de los intereses finales en el postconflicto de cada grupo.
No será, por ello, fácil para el Presidente gobernar durante estos dos años largos que faltan para culminar su mandato. A Santos se le olvida, como dirían los españoles, que no se puede “sorber y soplar por la caña al mismo tiempo”.
En español antiguo se diría “estar en misa y repicando”, las campanas por supuesto, para tener lo mejor de dos mundos. El Presidente quiere tener contentos a todos los de la Unidad Nacional, y además sumar, inclusive, nuevas adhesiones, pero a su vez quiere tener una orquesta sinfónica que toque la partitura de su proyecto de manera unívoca y concordante. Esto, desafortunadamente, no va a ser posible.
Así, la conclusión es que mientras el barco sea el mismo, el capitán sea el mismo, y simplemente se cambien nombres de la tripulación, nada cambiará. El golpe de opinión será flor de un día y por el contrario el salpicón ministerial que formó será contraproducente para el impulso de sus políticas y para lo que precisamente lo quiere, un Gabinete Ministerial ejecutor enfocado en la paz, el posconflicto, la consolidación de la economía colombiana y la lucha por la equidad.
Queda claro así que el único partido opositor, que no se alinea con puestos y repartijas, es el Centro Democrático, el cual deberá estar atento a llenar el vacio de liderazgo, que está dejando el Gobierno, lo cual no se puede esconder y arreglar con los cambios de nombres en el Gabinete Ministerial como se pretende hacer.
Por: El Pájaro de Perogrullo