El monopolio de la violencia legítima en las sociedades civilizadas le corresponde a los Estados y debe que ser ejercida en forma razonable y justa, lo que conduce a que toda violencia que no es legítima, es inútil.
No es suficiente que el Estado tenga el monopolio de la violencia sino que sea utilizada en constancia con el derecho para garantizar seguridad y ofrecer orden y paz.
Los teóricos de la filosofía señalan que las sociedades que no viven sujetas al derecho, no son sociedades civiles, por lo que desterrar la violencia es un signo de alcanzar el estatus de civilizada. Kant, en La Paz Perpetua, dijo: “El estado de paz entre hombres que viven juntos no es un estado de naturaleza (status naturalis), es más bien un estado de guerra, es decir, un estado en el que si bien las hostilidades no se han declarado, si existe una constante amenaza de que se declaren”.
En otras palabras, la paz tiene que ser instaurada porque la omisión de hostilidades por sí misma, no ofrece seguridad, lo que ofrece seguridad es la renuncia a la violencia inútil y la garantía de un derecho justo y una democracia real.
No es suficiente que una sociedad tenga autoridades y gobiernos para que la paz sea posible, ante todo se requiere que esa sociedad destierre la violencia inútil. La paz solamente se logrará si tenemos la conciencia generalizada de que la violencia no puede ser el lenguaje adecuado para la construcción de una sociedad civilizada, que es lo mismo a una sociedad que proscriba la violencia inútil.
En esta línea de pensamiento, la sociedad debe tener claro que las autoridades y los gobiernos deben ser los primeros en declararles la guerra a toda violencia que carezca de justificación razonable. Que es lo mismo que decir que la violencia ejercida por los gobiernos tiene que ser excepcional y dentro de lo que ordena el derecho y la justicia, en especial, la violencia legítima para combatir la violencia inútil tiene que estar atada a los postulados universales del derecho y la costumbre.Este tema de la violencia inútil, es una reflexión derivada de la lectura de la situación nacional y de la experiencia del nazismo.
Bien lo recuerda Primo Levi, en el capítulo “La violencia inútil” en el libro “Los hundidos y los salvados” en la que describe como toda violencia que persiga la destrucción de lo humano, la utilización de medios inhumanos y que estén gobernados por la perversidad, carece de sentido y, por tal motivo, carece de fin. Describe que esa fue una de las características de la política del nazismo.
En la situación actual de los diálogos para la reconstrucción de la democracia en el país y de la de necesidad de una convivencia civilizada, un aspecto que llama inmediatamente a la reflexión, es el de proscribir la violencia inútil, como un instrumento de la política, pero no como un resultado de las negociaciones sino como imperativo humano para facilitar las condiciones para la vida en paz y la reinserción a la sociedad del movimiento armado, facilite la legitimidad y apoyo que se requiere con urgencia por la sociedad.
El apoyo irrestricto a todas las negociaciones tendentes a la superación del conflicto armado no internacional es una exigencia de la realidad actual, sin embargo, el apoyo requiere la conciencia de los actores en el conflicto de que la violencia inútil tiene que ser superada y erradicada. Creamos conciencia acerca de esto, de la necesidad urgente de eliminar el conflicto armado. Identifiquemos la violencia inútil ahora y siempre e instauremos la paz, es mi llamado.