No cabe duda que lo sucedido en Venezuela significa un revolcón desde el punto de vista político, no sólo para Venezuela y la región, sino también para Colombia. Venezuela cayó en las garras del Socialismo del Siglo XXI.
Ese modelo social y económico asistencialista, consumista, corrupto y violador de derechos humanos fue un canto de sirenas que condujo a una plétora colectiva temporal, donde se engañó al pueblo Venezolano y se le condujo a la debacle. Los venezolanos se dieron cuenta de ello, más tarde que pronto, y por eso pidieron "a gritos" un cambio en las pasadas elecciones. Se dieron cuenta de que las cosas iban muy mal y de que el legado de Chávez es simplemente dejar al país en ruina, con sus instituciones debilitadas y su aparado productivo acabado.
Este modelo explota y carcome hasta que no haya más nada que explotar y carcomer. Es como una de las siete plagas de Egipto. Lo de Venezuela es un caso de estudio que enseña verdades contundentes. No es sostenible un modelo social y económico que pretenda regalar el pescado y no enseñar a pescar, que no retribuye el esfuerzo individual y que pretende que el Estado lo haga todo, lo controle todo y lo subsidie todo. El verdadero motor de una economía siempre será los empresarios, quienes desean que su esfuerzo y capital invertido sea recompensado, y como parte del proceso, se genere empleo y riqueza para todos.
Maduro y Chávez nunca lo entendieron. Pensaron que con el petróleo el Estado lo podía todo y lo pagaba todo y que eso era sostenible eternamente. Pensaron que regalarlo todo era la respuesta. Pero esto desconoce la naturaleza humana y la fuerza invisible de los mercados, y es por supuesto la receta perfecta para el fracaso. El Estado puede y debe otorgar ayudas a los más necesitados, pero no de manera perpetua.
Las mismas deben ser temporales y estar dirigidas a enseñar a pescar, para que sean los individuos, por su esfuerzo y sus méritos, los que salgan adelante. Finalmente, el pueblo venezolano votó por el cambio. 112 curules en la Asamblea Nacional le dan a la oposición la mayoría calificada para introducir las reformas al modelo fallido que tanto se necesitan. Para nosotros no son vientos de cambio, sino huracanes de cambio. Una Venezuela, nuestro gran y querido vecino y socio, con otro modelo social y económico es lo que añoramos.
Una Venezuela, que sea respetuosa de los derechos humanos, que no desplace compatriotas y no sea guarida de terroristas, es por lo que rezamos. Pero, para que ello sea una realidad, el Gobierno Colombiano debe cambiar la manera sumisa y lacaya con la cual ha tratado al Gobierno venezolano. El Gobierno Colombiano se equivocó.
Le jugó al caballo perdedor y de principios y moral dudosa. Es hora de rectificar. No podemos darnos el lujo de seguir apoyando a un Gobierno Chavista moribundo, so pretexto de que es necesario para cerrar y firmar los acuerdos de paz. Apoyar o seguir apoyando al régimen no solamente es un imposible moral, sino político, pues aun cuando ese apoyo fue un paso en falso, sería imperdonable seguir haciéndolo a los ojos de la oposición venezolana.
Y ver el fracaso de nuestro vecino nos debe hacer también reflexionar sobre nuestras propias políticas. Colombia, como siempre, pero afortunadamente, llegó tarde y con un tarro de mermelada limitado a ese modelo asistencialista de la mano del Presidente Santos. Ese modelo no es digno de imitar. No caigamos en él y aprovechemos para ello los vientos o huracanes de cambio en la Región (Argentina y Venezuela) para rectificar nuestro propio rumbo.Por El Pájaro de Perogrullo
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