El reciente acuerdo entre el Gobierno nacional y la guerrilla de las Farc sobre el fin del conflicto es el punto de partida para la verdadera construcción de paz. Luego de 9 intentos por parar la guerra, el país jamás había llegado tan lejos.
El pasado 23 de junio, el Gobierno nacional y las Farc anunciaron, en tres puntos, el acuerdo sobre el fin del conflicto.
El primero de ellos, sobre el “cese al fuego y de hostilidad bilateral y definitiva y dejación de las armas”, contempla un mecanismo de monitoreo y verificación que implementará la ONU, 6 meses después de que las Farc hayan dejado las armas.
Pese a que el acuerdo establece 23 zonas y 8 campamentos para la concentración de los desmovilizados y que contarán con un sistema de monitoreo permanente, me preocupa ubicación de los lugares, el alcance de su transitoriedad y su autonomía.
“Garantías de seguridad y lucha contra las organizaciones criminales” es el segundo punto del acuerdo en el que se propone la creación de una unidad especial de investigación dentro de la Fiscalía General de la Nación y una Comisión Nacional de Garantía de Seguridad para el diseño de políticas públicas y el desmantelamiento de todas las organizaciones criminales.
El tercero y último es el “acuerdo sobre refrendación” en el que las Farc se comprometen a acoger la decisión que profiera la Corte Constitucional sobre el plebiscito en los términos y requisitos que ella misma señale. Y con él queda en el ambiente la sensación de que las Farc quieren -por fin- hacer parte de un Estado y acogerse a sus normas. Y la verdad, de eso se trata todo esto, de ponerle término a una guerra tan sangrienta y tan costosa.
Los colombianos tenemos ahora un compromiso mayor: apoyar a través del plebiscito el esfuerzo que ha representado para el país y las instituciones un proceso que ya cumple 4 años. Respaldar con el SÍ la paz que tanto hemos buscado y tanto nos merecemos.
El gobierno, por su parte, deberá emplear todas las herramientas y recursos necesarios para que el 100% de los ciudadanos conozcamos el alcance de los acuerdos y con ello se puedan esclarecer aquellas versiones que pretenden confundir.
El último día de la guerra, y el primero en camino de la paz no conoce partidos, nombres, estratos, religión o credo alguno.
El último día de la guerra, como el primero de la paz nos pertenece a todos, pero sobre todo a las nuevas generaciones.