“Haciendo mundo, somos personas de vida”“Haciendo mundo, somos personas de vida”Me gustan las gentes activas que no descansan, que luchan por construir una sociedad más justa y solidaria, que cultivan el espíritu de sacrificio y el don de superarse, al tiempo que fomentan el diálogo y la acogida. No hay otra salida, que valorarnos para poder seguir adelante, esperanzándonos por ese horizonte de luz que todos ansiamos abrazar, sin dejarnos abatir por las cruces que nos ponemos unos a otros.
Por eso, es importante desvivirse por saber vivir seriamente por dentro, por acertar a compartir lo vivido, por hacer del camino un poema de paz. En efecto, uno existe por y para los demás, y debe conocerse para dar el primer paso hacia la libertad, lo que exige que la persona disponga de criterio responsable, y de este modo pueda encontrar un medio de vida decente para poder desarrollarse con dignidad.
Naturalmente, la capacidad de cada uno de nosotros de convertirnos en actores de nuestro propio destino pasa por ser agentes de labor. Nadie puede vivir por otro. De ahí, lo fundamental que es combatir la exclusión y la espiral de la desigualdad social y de género que hoy reina en el planeta. Ciertamente, parece que nuestra vida se alarga cuando podemos ponerla en la memoria de nuestros análogos, máxime cuando practicamos el corazón, también acrecentamos el ánimo por vivir, y por ende, podemos llegar a paladear el inolvidable reencuentro con la mística Teresiana, de aquel inolvidable “vivo sin vivir en mí y tan alta vida espero que muero porque no muero”.
Hoy más que nunca tenemos necesidad de despertar, de salir de la oscuridad, para emprender la senda del amor luminoso que venza este orbe tenebroso, que a veces nos deja sin nervio para luchar y poder cambiar de ruta a tiempo. Convencido de que la mejor vida es la del verso, esto me injerta fortaleza, hasta volverme un explorador de firmamentos. Sin duda, el mejor poema es la brisa del alma, aquella que todo lo purifica y embellece, tras salir de uno mismo para entregarse al prójimo hasta volverlo próximo a nosotros, después de verse en esa poesía viviente del encuentro, y luego de mirarse socorriendo sin pedir nada a cambio.
En consecuencia, son estas pasiones las que nos hacen revivir y sobrevivir, las que nos alientan como don Quijote a ser poetas en guardia, aún en plena tempestad como el momento presente, en el que aumentan las víctimas por doquier lugar como resultado de la represión, de la violencia, del accionar de tantos grupos armados sanguinarios, y de los mil atropellos a los derechos humanos. Ojalá nos entendamos más pronto que tarde y veamos la manera de abrazarnos junto a la verdad del ser y del estar. Es cuestión de que aprendamos a sentir con las gafas correctas. Y, en todo caso; hemos de pensar que haciendo mundo, somos personas de vida.
Desgastémonos con esa savia penetrante, al menos para merecernos haber vivido. A propósito, les confieso, que mi punto cardinal es el verso y la palabra en naciente continuo. Lo digo por si quieren citarse conmigo, junto a soledad que nunca me abandona, y disfrutar del poético recitar incorpóreo.