Resulta inevitable sentir cierta timidez al abordar algunos temas, como éste que no son propiamente de la esfera de los que hemos ventilado de ordinario, durante muchos años, como inevitable la necesidad de escuchar inusuales llamados para hacerlo, que se vuelven persistentes, así ello implique la obligación personal de confrontar textos, indagar opiniones o consultar documentos. La feroz ofensiva ideológica, por decirlo de alguna forma, que postula ese determinismo genético -que es de alguna forma, la materia de este escrito-, se viene dando durante las últimas décadas entre los intelectuales de la llamada “Tercera Cultura” (Dawkins, Pinker, Dennet. etc), la cual surge como respuesta a la cada vez más creciente polarización entre Humanismo y Cultura, a despecho pues de las tradicionales Humanidades y las Ciencias Naturales, cada una por su lado, en sus propias trincheras, casi irreconciliables, que han dominado el escenario científico, pero por, sobre todo, con el feliz propósito de establecer puentes de comunicación entre ambas, a través del conocimiento.
Es por lo que se ha dicho que esta nueva tendencia, “la forman científicos y otros pensadores empíricos que, a través de su trabajo y expresión escrita, están tomando el lugar de los intelectuales tradicionales en la tarea de sacar a la luz, los significados profundos de nuestras vidas, redefiniendo quiénes y qué somos”. (John Broc). En esa corriente se destaca el genetista norteamericano Dean Hamer (U.Harvard), investigador de los mecanismos neurobiológicos, químicos y etológicos de la especie humana, para quien existe una estrecha relación entre el desarrollo de la conciencia y la espiritualidad, lo que equivale a sostener que el misticismo - en sus pequeñas o grandes manifestaciones-, tiene una base genética, y que en esa medida, existen individuos mejor dotados genéticamente que otros para las experiencias sobrenaturales y del espíritu. Una secuencia de nuestro material genético que nos predispone a la espiritualidad, a la autotrascendencia. Ese es el gran aporte de Hamer, en su obra “El Gen de Dios “(2004), que por estas épocas de crisis que vive nuestro mundo, como pocas veces en la historia de la humanidad, de pandemias y vacunas, adquiere una inusitada importancia.