El planeta agoniza y, a este ritmo de depredación, la vida como la conocemos desaparecerá en pocos años.
Son cada vez menores las reservas ambientales que permiten sobrevivir, no solo a los humanos sino a un millón de especies en riesgo –además de los millares de especies extintas–, según el informe de la Plataforma Intergubernamental de Ciencia y Política sobre Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) del pasado 6 de mayo.
Según esta entidad, el maravilloso equilibrio de la naturaleza tiene cinco enemigos poderosos: cambios en el uso de la tierra y el mar; explotación directa de organismos; cambio climático; contaminación, y especies exóticas invasoras. Hay causas indirectas, como el crecimiento y cambio en la estructura poblacional, el desarrollo económico y tecnológico, los conflictos y las epidemias, entre otros. Nuestro confort, apurado por el afán de lucro, ha causado la agonía del planeta. Lo bueno siempre tiene su lado oscuro.
Los gobiernos serios buscan el beneficio general, procurando agua, alimentos y energía, además de otros elementos necesarios para la vida actual y la autosostenibilidad. A su vez, los legisladores serios deben proveer las normas requeridas para proteger el futuro de las naciones, particularmente la naturaleza y la biodiversidad. Por ejemplo, los nevados, el agua, bosques nativos con sus especies animales y vegetales, los polinizadores, la calidad del aire y otros asuntos vitales para nuestro bienestar. Pero, por diversos motivos, en buena parte del mundo se está poniendo en riesgo el futuro de todos por decisiones gubernamentales que privilegian actividades nocivas; por ejemplo, el fracking, la deforestación, la minería intensiva y el uso de energías fósiles, ciertos agroquímicos prohibidos y, sin duda, la fracasada guerra contra las drogas que lleva a la destrucción de bosques y selvas.
En Latinoamérica, y particularmente en Colombia, se practica la ganadería extensiva y los cuestionados monocultivos, se destruyen bosques tropicales generando gran impacto en la biodiversidad mundial, al tiempo que la población crece, se densifican las ciudades que demandan más recursos y servicios al tiempo que se secan ríos y lagos, se deshielan nevados y se contribuye al calentamiento global. En el mundo llegamos a puntos de no retorno para el Ártico y los arrecifes de coral, según dice Patricia Miloslavich, del IPBES. El plástico no degradable es otro factor demoledor, de alto impacto en la producción de basuras.
Ahora bien, si líderes mundiales como Trump o Bolsonaro no creen en esto, si la terquedad en Colombia apunta al destructivo fracking y no se privilegian las energías alternativas, se promueve el uso del destructivo glifosato, si no se entiende que cultivos hoy ilícitos pueden ser legales y de alto rendimiento económico (por ejemplo, para la producción de fármacos como opiáceos o anestésicos locales, hoy propiedad manufacturera de países que no tienen cultivos de amapola o coca) o se permite la minería en los páramos, Colombia pronto será un enorme desierto en el que mares, ríos, bosques y llanuras serán apenas fotos en los libros de historia.
La lideresa caucana Francia Márquez, que recibió hace un año el Premio Medioambiental Goldman por sus logros en la protección del medio ambiente, y que en 2015 fue galardonada en Francia con el Premio Nacional a la Defensa de los Derechos Humanos, por exigir al gobierno de entonces la titulación de tierras para mujeres, sufrió un atentado del que salió ilesa y su vida corre serio peligro. Su actividad en defensa del medio ambiente y los derechos humanos la puso en la mira de interesados en detener esas plausibles luchas. Así como ella, muchos de los líderes sociales asesinados, han logrado visibilizar a personas que cuidan nuestros recursos mientras muchos gobernantes, del lado equivocado de la historia, legislan y administran en contra del interés general. Contra el ciudadano y su futuro, realmente.
Colombia tiene su futuro en serio riesgo; las acciones gubernamentales, economicistas y monetarizadas, apuntan a un serio desinterés en proteger el medio ambiente y desconocer al ciudadano, especialmente a quienes les votaron. ¿Se puede atajar semejante despropósito?
Apostilla: Inadmisible el retiro de la visa por parte del gobierno estadounidense a tres magistrados de la JEP. Si bien cada gobierno es autónomo en sus decisiones, es lamentable el silencio del gobierno sentando su voz de protesta. Se supone que son gobiernos “amigos”.