Revisar los estudios de algunos expertos -voces académicas disidentes de la historiografía oficial -, sobre el decurso de la soberanía territorial de Colombia, es como asomarse a una tragedia entre dramática y bufonesca, que parece no tener fin, de cómo el país desde tiempos inmemoriales ha ido perdiendo identidad física, no solo dentro deus fronteras, sino fuera de ellas. Dignidad ultrajada, sin que jamás sus artífices hayan sido requeridos, ni en el pasado ni ahora.
Reza una de esas fuentes, por citar solo un caso emblemático por la actualidad que reviste: “Parte de Costa Rica y Nicaragua integraban el Virreinato de Santa Fe, por Ordenanzas y Cedulas Reales. El gobierno ejercía mandato administrativo y posesión material en la Provincia de Veraguas en el O. Atlántico, franja que se extendía por la Costa de Mosquitos, Republica de Nicaragua, hasta el Cabo Gracias a Dios. De igual manera, sobre el Pacifico, el litoral que va del Golfo Dulce a Punta Burica “. Continua el texto: “La historia enseña que la Cancillería colombiana nada hizo en este caso para conservar terrenos en el Mar Caribe. Costa Rica alego posesión real y material de su litoral años atrás y no quiso ceder a las reclamaciones de nuestro gobierno”. (“Colombia, Indiferencia sin límites”, Gerney Ríos González, Edit. Estudios Andinos, 1998).
Y así la historia se ha repetido con un rictus indefinible, para nuestros intereses, siendo especialmente emblemáticas las guerras civiles del siglo XIX, en las que algunos de los proceres de la independencia, guiados por motivaciones personales, venganzas o pasiones inconfesables “negociaron”, a través de sus agentes o plenipotenciarios los tratados, para ajustarlos a sus conveniencias y apetitos.
Tomas C. de Mosquera, López, Obando, Uribe Uribe, Urdaneta Arbeláez, Arango Vélez, López de Mesa, entre otros prohombres, son señalados en libros e investigaciones documentales, con dedo acusador, por haber permitido, en diversas épocas, el desmembramiento territorial de Colombia.
Algunos estudios señalan, entre otros casos, el Tratado Lozano-Salomón de 1922, suscrito con Perú, pero en el que Brasil tenía intereses muy marcados, y con el cual Colombia perdió cerca de 5000.000 K2m aproximadamente, a causa de la improvisación y debilidad de las autoridades colombianas. El Archipiélago de Los Monjes, otro botón. Y qué decir del Tratado Valenzuela-Castro, entre Colombia y Costa Rica, en el que se cedieron 12.000 K2m. de territorio, que incluía la mejor bahía del Mar Caribe, la del Almirante, según Enrique Caballero, en un caso, según sus palabras de “prodigalidad, colindante con la interdicción judicial”, traición a la patria mejor, diríamos nosotros. Lo de Panamá, etc. etc.
El jurista Rafael Nieto Navia, señala con propiedad: “El territorio colombiano es como una tela ordinaria, pues cada vez que nos sentamos en una mesa de negociación, se encoge más y más”.
La clase dirigente que siempre ha manejado a su amaño este país, amputo sin anestesia, el organismo colombiano.
Como lo subraya el tratadista Horacio Gómez Aristizábal en su obra, hemos reeditado la historia de la célebre novela “Piel de Zapa” de Balzac…cada vez nos encogemos más. (“700.000 K2m.de territorio, ha perdido Colombia”. Edit. Kimpres Ltda.2002).