Las dos últimas décadas no han arrojado resultados tangibles de integración subregional, debido a múltiples falencias, en particular a la polaridad geológica que hemos analizado enantes, así como al nacionalismo westfaliano, vale decir la defensa de la soberanía ultranza de los Estados sobre su territorio (Paz de Westsfalia 1648), salvo los casos de intervención humanitaria, tema propio de otro análisis.
Ese marco hostil se ha mantenido pese a la reciente reconfiguración política de América Latina y a la aparición de nuevos actores de innegable importancia. Alba, Mercosur, Celal (Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe), etc, han sido parte de ese instante histórico, con pobres resultados -aun cuando con perfiles distintos cada una de esas expresiones-, y como se diría coloquialmente “no han dado la talla”, en su propósito comercial, unos, de crear un mercado común para fomentar la producción sostenible, en circunstancias arancelarias e impositivas favorables; y políticos, otros, en el propósito de avanzar hacia una comunidad a fin en normatividades, avances científicos, académicos, y en la identificación de algunos usos y costumbres que favorezcan a los nacionales en otros países.
En este punto bien vale la pena detenerse, para referenciar un estudio, “El regionalismo post-liberal” en A.L y el Caribe: nuevos actores, nuevos desafíos”, de la Cries (Coordinadora Regional de Investigaciones Económicas y Sociales. 30mo aniversario), de obligada consulta para los interesados en estas disciplinas.
En conclusión, este debe ser, en nuestra modesta apreciación uno de los principales desafíos del gobierno de presidente Petro y el Canciller Leiva Durán, el de copar los espacios vacíos, lo que solo se podrá logar mediante una diligente y eficaz avanzada de agentes diplomáticos, y personal profesional y técnico -que existe en Colombia dotados de un alto nivel de capacitación académica-, y asumir los retos abandonados.
Las nuevas condiciones, generadas por el momento de reingeniería regional, están dadas. Debe agregarse el ingrediente de voluntad política.
Ya han existido por parte del recién instalado gobierno, algunas alusiones al propósito de establecer canales diferentes para un dialogo abierto con las Américas, de rediseñar las relaciones con la Casa Blanca, convertir a Colombia en potencia mundial de vida, y de sentar las bases para adelantar una agenda de “descarbonización” de nuestra economía, lo que el primer mandatario colombiano, ratificó en su magistral discurso de la Asamblea Anual de la ONU hace pocos días. Temas, sin duda, de una amplia resonancia internacional a los que nos referiremos en la parte final de este documento.