La literatura francesa moderna es un crisol de culturas diversas que bebe, por igual, de su tradición más puritana y de los influjos narrativos que el desembarco de inmigrantes africanos ha traído consigo. Estas nuevas voces refrescan el panorama editorial francófono y les permiten a los lectores indagar en las historias de la cada vez más creciente Francia negra que arropada por el silencio continúa buscando su lugar en Europa. O si no que lo diga Mohamed Mbougar Sarr, escritor de origen senegalés y ganador del último Premio Goncourt, cuya obra “La Más Recóndita Memoria de los Hombres” saldrá a la venta en un par de semanas y desde ya nos tiene contando los días que faltan para sumergirnos en ella.
Mientras esperamos, podemos hablar sobre “La Anomalía” de Hervé Le Tellier, ganador de la versión anterior del máximo certamen literario francés y uno de los libros más divertidos que han pasado por mis manos este año. Un relato de ciencia ficción y thriller político que parte de una premisa tan inverosímil como inquietante: ¿Qué pasaría si, contra toda lógica, un avión de pasajeros que ya aterrizó en marzo en el aeropuerto JFK de Nueva York desde París, volviera a aparecer en los radares aeronáuticos tres meses después solicitando permiso para aterrizar? Los dilemas que un avión fotocopiado con 243 pasajeros fotocopiados a bordo son una fuente rica en nutrientes narrativos que la pluma de Le Tellier ha sabido aprovechar con exquisita maestría.
La construcción del argumento no es fácil, pues en la primera parte del texto, y para darle sentido a esta duplicidad saramagiana de personajes que nadie consigue explicar, Le Tellier pretende simplificar a nivel usuario complejas teorías físicas reales (cuerdas, simulación, etc) para dotar de sustento científico a este accidente de la naturaleza. Una vez superado este escollo, el autor se enfrenta al desafío de cómo los gobiernos del mundo deben encarar este suceso, pues un evento de tales proporciones se convertiría en un auténtico seísmo para todo lo que creemos conocer sobre la realidad, pero también para los dogmas de fe de muchísimas religiones y las bases doctrinales de cientos de escuelas filosóficas.
Pero más allá de todo ello, y como hilo conductor de la trama, encontramos el drama humano de los pasajeros, tanto los de marzo como los de junio, que ahora tienen que lidiar con el galimatías de la existencia de su otro yo y el desasosiego de no ser tan únicos como el mundo siempre quiso hacerles creer. El asombro inicial de la duplicación será aplastado por las cuestiones prácticas de la cotidianidad, donde habrá que resolver con cuál de las dos esposas está casado el marido que se quedó en tierra, cómo contarle a un niño que tiene una madre adicional, qué hacer cuando interactuando con tu doble descubres que eres una persona desagradable que ni a ti mismo te caes bien, etc.
En definitiva, un glitch en el sistema que, tras su última página, dejará profundas preguntas en el aire y el ligero agobio existencial que exigimos a la buena literatura.