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La corrupción y el soborno han sido más lesivos que el contrabando

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com

El tráfico de la droga es totalmente del traficante, fueron ellos los que con sus propuestas corozales dispendiosa y enormemente tentadoras marginaron de la lealtad a las autoridades, quienes ejerciendo el poder saliéndose resueltamente del carril de la legalidad estricta.


“Los carabineros” o funcionarios que tienen el propósito de hacer cumplir las leyes y la misión de hacer respetar y cumplir las providencias emanadas de los decretos y las leyes de la nación para el bien común, han sido los primeros en lanzar y maniatar sus ocupaciones. Basados en la lejanía de una buena investigación y convencidos de que los medios contra la deshonestidad y la depravación, se mostraban débiles frente a sus hazañas, los hacían protagonistas de miles de irregularidades.

 La falta de escrúpulos se liga a la viveza, la inestabilidad crónica sugiere que aquellos que bregan celosamente por el crecimiento fiscal, aprovechen la ocasión como sea necesaria, para realizar sus fechorías y permanezcan impunes ante la justicia. Tanta depravación los inclina al soborno. El soborno mediante el contrabando se constituyó como industria para la propia autoridad que deba reprimirlo.

 Los monopolios de hechos para enriquecerse con renunciar a la opresión del contrabando y la explotación de negocios “inconfesables”, lograron enormes dádivas que el jefe de cada grupo carabinero se permita otorgar a sus conmilitones. Por medios ilícitos e irregulares alcanzaron a obtener colosales capitales cuyos patrimonios acumulados formaron grandes caudales de fortuna. De igual manera aquella colectividad dispuesta a encaminar y resguardar las costas y los puertos clandestinos de los océanos del país, también la seductora suma de dinero vulneró la conciencia de estos funcionarios quienes no guardaron cordura para la defensa de la moral de la nación, por su entrega a la voluntad del narcotráfico, el soborno flexionó la moralidad de los que visten con el uniforme de la patria y poseen las armas para defensa nacional, su falta de decoro acrecentó el poder del narcotraficante e indujo al país cierto grado de indisciplina social que se tradujo en desconocimiento a la autoridad, desacato al orden jurídico, irrespeto y quebrantamiento de las instituciones democráticas, aquella “impericia” ayudó la estimulación de la venalidad, anarquizó las fuerzas vivas, encarneció la incertidumbre, fomentó la traición, se eclipsó la dignidad de la ciudadanía, saturó el optimismo, y el país antes tranquilo libre y decoroso se perdió en el egoísmo, la desconfianza y la vergüenza. Aquel atractivo “diezmo” y la deslealtad, aniquilaron la nobleza de los encargados de la defensa nacional y contribuyeron en colocar al país en el más alto grado de desequilibrio e incluso aquella conducta ha sido siempre más lesiva, que el daño que pudiera ocasionarle a la nacional, el contrabando.