Ya se quisiera que jamás se dieran realidades desproporcionadas (¡) en el ajedrez de la política internacional, menos, por supuesto, en el de los escenarios domésticos.
O que la ciencia-ficción, se tomara los ejercicios de poder de los países, en un mundo ávido de supremacías –materia prima de la historia de la humanidad--, pero eso es solo una vana quimera. La realidad desborda los límites de la imaginación y alcanza a superar las peores (o mejores) utopías, que siempre logran su acomodo, así sea a empellones.
Hace pocos días se cruzaron peligrosamente las sutiles líneas rojas de la diplomacia regional, de por sí, explosivas y llenas de incertidumbre, particularmente en nuestro entorno.
Dos naves iraníes—Sahan y Makra, buques de guerra--, se dispusieron a encallar en costas venezolanas, pero la presión internacional, se lo impidió -por ahora -, debiendo dirigirse, al parecer, a Siria, pero además en una arrogante demostración de poderío naval, que no se le conocía a ese país, durante los últimos años, en actitud que los expertos no dudan en calificar de francamente intimidatoria.
Las operaciones militares del régimen iraní son un paso adelante en la estrategia puesta en marcha desde hace algún tiempo, y que hasta ahora han sido combinadas en los campos culturales, comerciales y diplomáticos. Venezuela por su condición geopolítica, se ha propuesto como el objetivo focal en América Latina, en sus deseos de expansionismo global. Ya en 2020, por mar y aire, Teherán había hecho llegar a la dictadura de Maduro, más de 10 toneladas de alimentos y víveres de primera necesidad. Nada que ver con la “ayuda humanitaria” de ahora, según registros foto-satelitales de los dos buques desviados: componentes para guerra electrónica, equipo para lanchas rápidas en operaciones de ataque, aditamentos de combate marítimos y en plataforma, siete barcos de velocidad rápida.
Joseph Humire, avezado experto en seguridad global y director ejecutivo del Centro de Estudios para una Sociedad Libre y Segura (SFS, siglas en ingles), señala que Venezuela es ficha clave para tejer nexos de los países islámicos en nuestro Continente, pero que no sería más que una plataforma de penetración y despegue en los sueños expansionistas de Irán, Rusia y China, para instaurar, ahora sí, la “Gran Colombia “.
Hasta hace poco tiempo, esto sería solo “ciencia-ficción”, propia de los libretos conspirativos de cualquier película de Misión Imposible. Pero lamentablemente comienza a dejar de serlo.