Tres Presidentes en cuatro años, --no propiamente, como el resultado de elecciones--, y como si fuera poco, los últimos seis mandatarios, han estado involucrados en escándalos de corrupción, ese gran monstruo de siete cabezas, que las extiende por todos los oscuros vericuetos del poder.
Ese es el escabroso escenario de las últimas semanas en Perú, que ha visto caer a Fujimori, Alan García, Toledo, Ollanta Humala, P. P. Kuszynsky, y últimamente, Vizcarra, a quien se le declaró “incapacidad moral permanente “(¡) para gobernar, en una “destitución exprés”, por parte de un congreso, que se ha hecho merecedor a los más altos niveles de rechazo y desprestigio popular debido a su ineptitud, negociados y corruptela.
Empero, el órgano legislativo mantiene una composición unicameral que solo comparte con Ecuador y Venezuela, y por tanto, no permite apelaciones o revisiones a sus decisiones políticas.
Ya se quisiera disponer de un buen espacio para intentar un análisis detallado de las aristas y complejidades del proceso del país andino, que sigue manteniendo en vilo a la opinión internacional, pero no es posible, lo cual impide, lamentablemente, hacer partícipe a los lectores de una visión universal, lo cual permitiría, a manera de discusión, justificar o reprobar, a los actores o eventos, involucrados y presentados en esta semana de opereta, similar a los eventos presentados en la magistral película de Cantinflas en su película “El Señor Embajador”, en la que debido a los golpes de estado que se daban en su país, cada día, se bajaban y subían las fotos del Presidente golpista... cada tanto.
“Incapacidad moral permanente “(¡), tan rimbombante como vacía, es una figura que duerme intacta en las Cartas Políticas del Continente, a la espera de una reglamentación, decimos, que nunca llegó, y que permite, como mecanismo de urgencia, utilizarla sin más ni más, conforme a los requerimientos políticos del momento. Es decir, de las necesidades de los enemigos del Presidente, como ocurrió en este caso, si bien Vizcarra tuviera investigaciones pendientes desde su época de gobernador.
La “vacancia por incapacidad moral”, existe desde la Carta Política de 1839 y se ha ratificado en las 10 siguientes, incluida la última de 1993, resultando claro, que la “subjetividad” del congreso, por decirlo de alguna manera, para decretarla, es determinante en Perú, que contrario a los demás países de la región, ha venido introduciendo a su sistema, instituciones o mecanismos del parlamentarismo europeo, lo cual la hace expedita.
Como es exótica, la misma figura de “derecho de Insurgencia en defensa del orden constitucional” prevista en el art. 46, parágrafo 2º que finalmente catapultó al “ultimo” presidente, el intelectual Francisco Sagasti Hochhausler, a la Casa de Pizarro.