Dice el adagio popular que no hay mal que por bien no venga.
En medio de la crisis económica que se precipitó con la pandemia del Covid–19, el sector agrícola ha mostrado su resiliencia y se ha destacado como uno de los pocos que, según el Dane, ha registrado una variación en terreno positivo en […]
Dice el adagio popular que no hay mal que por bien no venga. En medio de la crisis económica que se precipitó con la pandemia del Covid–19, el sector agrícola ha mostrado su resiliencia y se ha destacado como uno de los pocos que, según el Dane, ha registrado una variación en terreno positivo en el primer semestre de este año, con un crecimiento promedio de 6.7 %.
Gracias a ello se ha podido garantizar el abastecimiento del mercado doméstico de productos agrícolas y se ha mantenido la dinámica exportadora de los mismos, que determinaron el año anterior su crecimiento excepcional, de 2.43 %, en medio de la caída del -5.7 % de las exportaciones totales y en el primer semestre de este año tuvieron un nuevo repunte del 10 %.
Este hecho es digno de resaltar habida cuenta que en la última década el crecimiento del PIB agrícola siempre ha estado por debajo del crecimiento de la economía, a guisa de ejemplo, el año pasado mientras el PIB creció 3.3 % el sector agropecuario a duras penas creció el 2 %. Como si lo anterior fuera poco, este sector ha venido perdiendo participación en el PIB global, la cual pasó del 18 % en 1990 al 6.3 % actual. Ello ha obedecido a la falta de una política agrícola que apoye e impulse esta actividad.
Según el Censo agropecuario del 2014 y la Unidad de Planeación Rural Agropecuaria (Upra), de los suelos netamente agrícolas, que son 11,3 millones de hectáreas, solo se aprovecha el 35 por ciento. Según la más reciente Encuesta Nacional Agropecuaria del Dane (ENA 2019), el área cultivada se redujo a sólo 4´617.116 hectáreas, después que, según la misma Encuesta en 2016 reportó 5´121.508 hectáreas cultivadas.
El Informe del Pnud en 2011 fue muy descarnado en su diagnóstico: “Colombia es más rural de lo que se cree, pero cuenta hoy con más hectáreas en minería que en producción de alimentos. El Gobierno firma tratados y asociaciones de libre comercio y crea incentivos para el empresariado agroindustrial pero, con honrosas excepciones, el desempeño productivo agropecuario deja mucho que desear”.
Como dice el Director de la FAO, José Graziano Da Silva, “no basta que los agricultores tengan la tierra o el acceso a ella, sino también los insumos, bienes y servicios públicos y recursos financieros”. Así mismo, es fundamental el acceso a los mercados, pues “sólo con acceso a los mercados los productores son capaces de absorber las tecnologías mejoradas y así elevar su productividad y competitividad”.
Es una realidad que Colombia tiene como uno de sus más importantes retos el de la diversificación de la economía, en la cual el sector agrícola es una de las claves, además de que está llamado a jugar un rol de la mayor importancia en la reactivación económica en orden a superar la recesión en la que estamos inmersos por cuenta de la pandemia del Covid–19.