La pandemia de la Covid 19 ha “revuelto el agua”, pues permitió que Colombia entera viera por televisión la cantidad de pobres que tenemos.
En todo el territorio nacional, municipio por municipio, centro poblado por centro poblado y vereda por vereda vimos que salieron las familias más necesitadas, llamadas vulnerables, a gritar desesperadamente que tenían hambre, y sobretodo que tenían sed de que se les tuviera en cuenta para cualquier cosa que el Estado estuviera ofreciéndoles a fin de morigerar un poco su oscura existencia.
Algunos piensan que la pobreza en el Universo está íntimamente ligada al crecimiento demográfico, aunque sin descartar que hay relaciones ciertas con un fenómeno social de la gente, en las cuales tiene responsabilidad el Estado por la ineficacia de sus políticas socioeconómicas.
Eso también nos hace pensar que la pobreza, medida mediante herramientas estadísticas como lo hace el Gobierno y los organismos multinacionales, muestra unos datos para la planeación de proyectos, mientras que a través de los medios de comunicación la gente ve una realidad más cruda que asusta.
Por su parte, el Banco Mundial mide la pobreza, de acuerdo con conceptos establecidos mundialmente así: Una familia es “pobre estructural” cuando no tiene satisfechas las necesidades básicas de vivienda, agua y redes locales. El método de la “línea de pobreza”, que mide a los "pobres por ingresos", presupone una canasta de bienes y servicios básicos de costo mínimo, respetando las pautas culturales de consumo, en un determinado momento histórico. Una vez valorizada la canasta de bienes y servicios se obtiene la "línea de pobreza"; todos aquellos hogares que no puedan cubrir con sus ingresos los costos de esa canasta son considerados “pobres”. Cabe aclarar que “básicos” significa que sólo incluye lo estrictamente indispensable para sobrevivir; así mismo “costo mínimo” significa que el bien incluido debe ser el más barato”.
Por otra parte, la "línea de in d i g e n c i a " se estima con base en una canasta que sólo contiene los alimentos necesarios para que “una persona adulta pueda desarrollar una actividad física moderada”. Los alarmantes niveles de pobreza y de indigencia alcanzados en nuestro país se muestran más preocupantes entre la población infantil, debido a que en los hogares de menores ingresos la proporción de niños es mucho mayor que en los hogares pudientes, por eso el mayor peso del deterioro social recae en ellos.
Esa pobreza multidimensional definida como la falta de ingresos para la satisfacción de necesidades, que sufren carencias en educación, salud, trabajo, seguridad social, vivienda y nivel de vida en general la midió el Dane en 2018 en cuyo informe técnico concluyó que las tasas de incidencia de pobreza multidimensional municipal más altas se presentaron en: Uribía, La Guajira, con 92,2%, Cumaribo, Vichada con 91,4% y Alto Baudó, Chocó con 90,6%. Por otra parte, los municipios con menor incidencia de pobreza fueron Sabaneta con 4,5% y Envigado con 4,9% en Antioquia y Chía, Cundinamarca con 6,7%.
No obstante vemos por televisión en Bogotá, Cali, Medellín, Barranquilla y demás ciudades importantes del país, una explosión de familias expresando todo tipo de necesidades, suplicando ayudas del Gobierno Nacional y de los gobiernos locales. Ese suceso nos hace pensar que ¿cuál es el país que hemos construido durante nuestra historia?