Nuestro mundo se mueve a través de conversaciones y en definitiva, algunas son más memorables que otras.
En otras ocasiones ya me habían manifestado que era “muy especial”, sin embargo, hasta el momento no me había detenido a pensar exactamente a que se referían. La real academia de la lengua española, define especial como algo “Singular o particular, que se diferencia de lo común o general”.
Esta definición me ayudó a entender que los que se referían a mí utilizando este adjetivo, tan solo me estaban haciendo saber que en su cotidianidad o en su entorno social, no se relacionaban con alguien que actuara o pensara como yo. En ese orden de ideas, todos tenemos un altísimo potencial de ser calificados como especiales o por lo menos, así lo veo yo.
Bueno y malo son otros de los adjetivos que solemos utilizar al calificar a alguien. Al parecer tenemos la necesidad de calificar a las personas para definir la forma en que nos vamos a relacionar con ellos. Lo curioso de esto, es que para dar una calificación positiva, pareciese que tuviésemos que recorrer un camino mucho más largo y complicado que cuando vamos a dar una calificación negativa, es decir, nos es más fácil rajar a alguien en el examen que permitirle que lo apruebe.
Seguro algunos dirán que la calificación que le damos al otro se la ponen ellos mismo, porque son ellos los que actúan, pero no olviden que los juicios hablan más del interior de quien lo emite que de la persona a quien va dirigido. Ese juicio habla de tus estándares, creencias, vivencias, etc.
¿Será morbo o estamos diseñados para darle zoom a lo malo? La verdad, preferiría no dar una respuesta directa, sin embargo, mi experiencia me ha mostrado que muchas de las personas con las que me relaciono, tienen una facilidad impresionante para resaltar las cosas malas y una limitación, que casi podría ser valorado como invalidez, para ver las cosas buenas.
Si lo lleváramos a una tabla de equivalencias, pareciera que la variable “cosas malas” al ser comparada con la variable “cosas buenas” tiene un peso notablemente superior con diferencias exponenciales. Si no me creen, revisen como un error cometido ha logrado borrar cien cosas buenos que hicieron desinteresadamente.
En conclusión, yo me siento un hombre muy especial o como diría mi madre “todo un Non Plus Ultra”. No porque alguien me lo dijo, sino porque así me siento. ¿Pero qué es lo que me hace especial? Bueno, en definitiva no me siento único, ni particularmente diferente, pero cada vez que hago algo, lo hago con todo el amor del mundo.
Cada vez que emprendo algo, le meto todo mi empeño. Cada vez que alguien me habla, lo escucho con el corazón. Cada vez que le digo algo a alguien, lo digo con la más profunda sinceridad y si al final del camino no fui el mejor de todos o el primero en un listado de personas, no me importa, tengo mis propios entandares.
Únicamente me comparo conmigo mismo, sabiendo que si me lo propongo y trabajo en ello, puedo superar mis propias marcas. Si miro al lado para ver lo que está haciendo alguien que considero mejor que yo, los disfruto porque es la mejor oportunidad de aprendizaje.
No sé si para ti eso me hace especial, pero aunque me digas lo contrario, seguiré despertando cada día orgulloso de lo especial que me siento al vivir como vivo. Inténtalo tú y me cuentas como te va. No olvides que naciste especial.