En estos días que está muy de moda la impunidad, vale la pena recordar y echar un vistazo a las tristes y dolorosas páginas de la violencia en Colombia, identificando sus protagonistas. Recientemente, la plenaria del Senado aprobó el proyecto legislativo de la Jurisdicción Especial para la Paz, por medio de la cual se crea el sistema de justicia transicional para la reincorporación de los integrantes de las Farc.
En lo personal pienso que es necesario, como también lo es el proceso de paz; pero las cosas van más allá. Lo lamentable en toda esta historia, es la forma en la que se negoció, la impunidad de los delitos de lesa humanidad y el desconocimiento de la voluntad soberana del pueblo que dijo no en el plebiscito. Al final, hicieron lo que quisieron. El fast track se convirtió en la herramienta ideal para ajustar las leyes al antojo y medida de unos pocos.
Pero, lo que no podrán hacer con este tipo de artimañas, es borrar nuestra memoria. Por esta razón, es importante recordar algunos acontecimientos dolorosos de nuestra historia, que presiento, van camino a la impunidad. El 30 de agosto de 1996, cuatrocientos cincuenta miembros del grupo narcoterrorista de las Farc, violando todas las normas del Derecho Internacional Humanitario, atacaron la Base Militar de Las Delicias, asesinando a veintisiete militares y secuestrando otros sesenta.
Con este accionar terrorista, las guerrillas comunistas maltrataron al pueblo colombiano por más de cinco décadas. El 1 de marzo de 1998, mil subversivos atacaron el Batallón de Contraguerrillas No. 52, en la quebrada el Billar en el departamento del Caquetá, dejando como resultado sesenta y cuatro militares asesinados, algunos ultimados con tiros de gracia y con machetes, y cuarenta y tres más secuestrados. En ese mismo año, el 1 de noviembre, en la toma a Mitú capital de Vaupés, mil quinientos guerrilleros asesinaron a cuarenta uniformados y once civiles; también, secuestraron a treinta y ocho policías.
Todos los crímenes cometidos por los que hoy se escudan en el partido político Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, son igual de reprochables y dolorosos, pero quizás uno de los que más conmocionó al país fue la masacre de Bojayá en el Choco, el 2 de mayo de 2002, integrantes del grupo narcoterrorista de las Farc lanzaron cilindros bombas a un templo religioso donde se refugiaban habitantes del municipio, dejando como resultado la muerte de ciento diecinueve personas, entre niños, adultos y ancianos, todos gente humilde sin beligerancia en el conflicto.
Estos son solo algunos crímenes, que sínicamente excusan argumentando como productos de la guerra o errores que se comenten dentro de un conflicto armado. Pero, qué podrán decir frente al reclutamiento forzado de menores, el narcotráfico, el secuestro, los abortos inducidos a mujeres y adolescentes, los menores de edad asesinados en sus consejos revolucionarios y otro sin número de crímenes de lesa humanidad.
Estos son sapos que no nos podemos tragar. En especial, las nuevas generaciones que no vivieron el accionar criminal de estos terroristas, deben conocer la verdadera historia y sus verdugos. Los que alcanzamos a vivir estas páginas dolorosas para nuestra patria, estamos en la obligación de recordarlas para que no pasen intactas a la penuria del olvido cubiertas por el manto de la impunidad.