De los recuerdos más perennes que conservo de mi infancia, es la imagen de los soldados del Ejército de Colombia marchando con su boina verde y armados hasta los dientes por las polvorientas calles de Aracataca.
Ahora que soy adulto, no me quedan dudas de su heroísmo. Son personas del común que se visten de gloria; sacrifican sus intereses personales para servir a la patria, ofrendan su propia vida en defensa de la independencia, la integridad territorial y el orden constitucional. Muchas veces, no ven nacer a sus hijos ni morir a sus padres. Esto, como ejemplo de los sacrificios que deben hacer en cumplimiento de la misión que el deber les manda. Son el legítimo ejército del pueblo y los héroes de Colombia.
Un día, me puse en la tarea de buscar una definición para el sentimiento que envuelve la carrera miliar. Llegué a la conclusión: “es la vocación de los valientes que actúan sin reproche”. Es una vocación, porque requiere convicciones fuertes irradiadas de lo más profundo del corazón; son valientes, por la forma en la que enfrentan las situaciones más adversas; y, actúan sin reproche, por el compromiso que demanda la obediencia, pilar fundamental de la vida castrense.
Por estos días, está muy de moda tergiversar la historia. Por ejemplo, disfrazando de Robín Hood a terroristas como el Mono Jojoy. Esto, aparte de ser una ofensa para todas las víctimas de la nueva Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, los mismos que intentan hacerse pasar como redentores del pueblo, es una muestra de la poca voluntad de paz y arrepentimiento que tienen estos narco-terroristas.
Es por eso, que considero, que el verdadero homenaje, se les debe brindar a nuestros héroes y no a los delincuentes que tanto daño le hicieron al pueblo colombiano. Es oportuno, hacer claridad en la verdad de la historia, en especial para las nuevas generaciones que desconocen el pasado oscuro de los terroristas que se escudan bajo un partido político comunista. Ante el nuevo escenario político que se avecina con la firma del fin del conflicto armado, no podemos permitir que nos disfracen las cosas.
Es imperdonable que un pueblo olvide todo el sacrificio que hacen los militares cuando la patria clama por su defensa. Los soldados de tierra, mar y aire, y los policías de nuestra querida Colombia, merecen toda nuestra gratitud y reconocimiento, porque han sabido defender valientemente nuestra nación del asecho de los violentos que pretendieron fallidamente derrocar al Estado, causando dolor y terror a todos los ciudadanos.
Son incontables los litros de sangre derramados por nuestros héroes en defensa de la patria. Por eso, es importante no solo el afecto y agradecimiento que les podamos brindar; también es necesario, no olvidar quienes han sido los verdugos en estos capítulos dolorosos de nuestro país, porque seguramente, en un futuro no muy lejano, vendrán con discursos políticos a buscar aceptación electoral, desconociendo su pasado criminal que tanto sufrimiento ha dejado.
Antes que eso suceda y con la esperanza que el pueblo no olvide, quiero hacer este reconocimiento a esos valientes que actúan sin reproche; los que han dado todo en la defensa de nuestra amada patria. Esos mismos, que han entregado partes de sus cuerpos y hasta su propia vida para que nosotros vivamos en paz. Nuestros soldados y policía de Colombia.