Es de rigor reconocer que el NO ganó en el Plebiscito, desde el punto de vista aritmético. La diferencia con el SI fue de cincuenta mil votos, en un universo electoral de trece millones de votos, es decir el 0.3% de los sufragios. A la luz del censo electoral, la ventaja representa algo más del 0.1%. Son cálculos al ojo, que si tienen en cuenta el número de habitantes, la cifra que distanció al NO del SI, casi no existe.
Poniéndose la mano en el corazón, esa mínima diferencia de cincuenta mil personas no puede definir la suerte de 50 millones. Lo razonable y lo político es aceptar que hubo un empate. Ello no es atentar contra la democracia ni desconocer que los del NO pusieron más votos que los del SI. Hubo una ganancia cuantitativa, pero fue un triunfo pírrico, sin valor suficiente en el campo de las definiciones, sin capacidad para decidir la tremenda situación que estaba en juego. Como se diría popularmente, “fue una victoria chimba”.
Si faltan argumentos para cuestionar el resultado, acudamos a la sinceridad del gerente de la campaña negativa, quien en un acoso de conciencia confesó que hicieron toda clase de mañas, trampas, mentiras y engaños para ganar en su frenética intención de impedir la aprobación de los Acuerdos. Lo que se supo es apenas el principio de un gran escándalo que seguramente tomará fuerza con la investigación penal.
Como si fuera poco, de por medio están los desastres del huracán. Incluso las propias palabras de los principales actores del NO, según los cuales no están contra la paz sino contra algunas cláusulas de los Acuerdos.
Bien me parece que se hubieran reunidos los doctores Santos y Uribe y que hubiesen dispuesto comisiones para buscar coincidencias y superar las contradicciones. Pero ya transcurrieron 8 días y ni han comenzado, cuando el asunto es de máxima urgencia, siendo de recordar que la discusión principal tiene que darse con las farc. Ellos aseguran, con razón, que ya negociaron con el gobierno legítimamente constituido y hasta juraron no dar pie atrás.
¿Vuelve y juega el Plebiscito? Podría ser, como se ha propuesto con válidos argumentos. También podría operar la convocatoria múltiple de Cabildos Abiertos. Pero el tiempo pasa y tan delicado asunto no se puede postergar indefinidamente.
Ante la incertidumbre solo hay dos aspectos ciertos: uno, la mayoría del Plebiscito es precaria y está sembrada de dudas y justas desconfianzas, por lo que no tiene la capacidad política de definir nada; dos, el Presidente, en cambio, si tiene la legitimidad y la capacidad constitucional de implementar los Acuerdos que en nombre del País firmó con la guerrilla.
También el Congreso tiene legitimidad para asumir reformas constitucionales y legales, sin pedirle permiso a nadie.
Si no hay acuerdos rápidos entre gobierno y noistas, o las farc no los aceptan, el Presidente Nobel y el Congreso deben proceder a implementar los Acuerdos y lograr la paz. ¡Entre más pronto, mejor!