Votar sí o no en la consulta que se avecina es la pregunta que muchos nos hacemos. He sido muy cauteloso porque este es un tema muy serio.
Como la mayoría de los colombianos, no sé qué se acordó, y antes de decidir tengo que informarme. El ambiente político polarizado dificulta realmente entender cuáles serían las consecuencias de ganar el sí o el no.
Tanto el gobierno como la oposición actúan irresponsablemente al pretender que el tema se decida de manera pasional, cuando no por miedo. El esfuerzo propagandístico de lado y lado ha decantado dos posiciones, ambas irracionales y reduccionistas en extremo. La del gobierno, que nos dice que si gana el no, entonces habrá guerra en las ciudades, andanada de impuestos y cincuenta años más de guerra con miles de muertos. La oposición, por su parte nos dice que si gana el sí, les vamos a entregar el país a unos asesinos y que vamos directo al castro-chavismo. Ni miedos ni cantos de sirena, tenemos que votar por convicción.
Si Santos está realmente convencido de que negoció tan bien ¿por qué no se lleva toda la gloria que se ganó en vez de trasladarnos a todos la responsabilidad por medio de una consulta popular? ¿Mató al tigre y se asustó con el cuero? No creo. El tema es que esta “paz” va a salir costosísima, y es de caballeros preguntarles a quienes van a pagarla. Mera formalidad porque nos van a meter la mano al bolsillo gane el sí o el no.
Ojala podamos los ciudadanos bloquear el bombardeo propagandístico y acceder a información creíble de fuentes confiables diferentes al gobierno y a la oposición. ¿La ONU, ONGs? Creo que el pueblo colombiano merece información esterilizada de odios e intereses, y la única forma de lograrlo es que sea un organismo internacional neutral el que asuma este reto. El pueblo colombiano necesita un garante de la verdad. Lo que está en juego es demasiado importante como para dejarlo en manos de los políticos.
En cuanto a la pedagogía, a mí este “acuerdo” me lo van a tener que explicar con plastilina. Con cifras reales me tienen que explicar que cede, que gana y que pierde cada parte. Por ejemplo, esto ahora es así y después del acuerdo queda así. ¿Cuánto cuesta y quien pone qué y cuándo? ¿Hicieron las cuentas con las matemáticas de Baldor o con las de Harry Poter? Porque si con lo de Reficar se pifiaron un poquito y casi salimos empeñados, ahora con esto que es más gris y etéreo, no quiero ni imaginarme cuanto más nos costaría la pifiadita.
Otra consideración importante es que no podemos darles la espalda a los hermanos colombianos que quieren abandonar las armas y reintegrarse a la vida civil. Las excusas tienen que ser mejores que las que la oposición nos está dando. La impunidad no me asusta porque esa ha sido la constante en el país. Los impuestos tampoco, porque gane la opción que gane, los impuestos vienen. Como reflexión adicional, sería absurdo que de ganar el No, miles de personas tengan que volver a la guerra. Aunque este es uno de los puntos que el gobierno no nos ha podido explicar. ¿Qué pasa si gana el No? Las Farc han manifestado que no van a volver a la guerra independientemente del resultado de la consulta.
Otra consideración adicional es que en las zonas en que se ha librado la guerra, el estado ha sido el gran ausente y por tanto es bizantina la discusión de si los acuerdos van a cambiar el modelo económico o de estado. El impacto de los acuerdos será diferenciado dependiendo de cuál Colombia estemos hablando. Colombia no es un país homogéneo. En las zonas afectadas por la violencia la pregunta real es si el estado finalmente asumirá la responsabilidad que por décadas delegó a la guerrilla y a otros grupos ilegales. Si el estado hace presencia en estas zonas, claro que va a cambiar el modelo económico y de estado, pero para bien. Al resto, le toca meterse la mano al bolsillo.