Es claro que a la propuesta de Luis Almagro en la OEA de aplicar a Venezuela la Carta Democrática Interamericana en sus artículos 20 y 21, es decir a excluirla del organismo continental, por su transgresión a la normalidad democrática y grave violación a los derechos humanos y garantías ciudadanas, se le adelantó la declaración presentada por la delegación argentina, de corte conciliador y “fraternal”, según sus propios términos, que invita a la “hermana R.B. de Venezuela, a identificar de común acuerdo, algún curso de acción que coadyuve, mediante un dialogo abierto e incluyente con todos los sectores políticos y sociales, la búsqueda de soluciones frente a la difícil situación que atraviesa dicho país”.
Refinado lenguaje de la diplomacia, como siempre, que se esconde en eufemismos y disfraza realidades, es cierto, pero que también permite, a veces, leer mensajes ocultos y develar situaciones que subyacen en lo profundo de las realidades sociales e intereses políticos de los países involucrados, que resuelven las coyunturas con sus votos...
La propuesta de Almagro, si bien jurídica y contemplada legítimamente en los ordenamientos regionales, estaba contaminada por su disputa personal con Maduro, en la que se dejó enredar, al mismo nivel de sus improperios, y disminuida por el letargo institucional de muchos años, los mismos que duró Insulza al frente de los destinos del desprestigiado organismo regional.
Precisamente, fue Macri en su asunción presidencial quien se comprometió a abanderar el uso de la figura de la carta democrática, pero es hoy su delegación la que presenta, contraria a la propuesta de Almagro, una de “diálogo abierto”, que “conduzca de manera efectiva a la solución de las diferencias y la consolidación de la democracia representativa”.
Lo cual, como quiso significarlo el secretario general con su ausencia en el momento de la votación, no significa en modo alguno que ésta declaración tenga un carácter sustitutivo de la principal.
Pero lo fundamental radica en que Argentina supo leer los tiempos y bajarle intensidad al calor de la situación, en detrimento eso sí, de la urgente búsqueda de soluciones al deprimido pueblo venezolano, y fue hábil al hacer un magistral uso de la conveniencia política, al mantener con su actuación, a buen recaudo, su actual aspiración en ocupar con su Canciller la silla de la Secretaría General de la ONU, que deja Ban-Ki-Moon, en próximos días.
El diálogo (¡) propuesto como vía alterna le hace, por otro lado, juego al inquilino de la Casa de Miraflores, que necesita tiempo, para que el referendo revocatorio no se alcance a realizar este año, por lo que, en perspectiva, el único país ganador en sabia prudencia fue Paraguay, al señalar que acompañaba al documento de consenso, pero con reservas, mientras no se considerara el retiro anticipado de Maduro.