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Sáb, Nov

Crónica de una inmortalidad anunciada

Columnas de Opinión
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Escrito por:

María Padilla Berrío

María Padilla Berrío

Columna: Opinión

e-mail: majipabe@hotmail.com

Twitter: @MaJiPaBe

Estudió economía en la Universidad Nacional de Colombia y actualmente se encuentra terminando sus estudios de Derecho en la Universidad de Antioquia. Nacida en Riohacha, radicada en Medellín. Ha realizado varias investigaciones académicas con la Universidad Nacional y se ha desempeñado como ponente en diversos eventos académicos a nivel nacional e internacional. En la actualidad es dependiente judicial y dirige el cine club de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.

Si bien todo en la vida es incierto, de lo único que podemos tener seguridad es que vamos a morir. Nadie, por luchador y amante de la vida que sea, le gana la batalla final a la muerte. Sin embargo, existe un lugar reservado para esos grandes que, por sus obras, continúan vivos a pesar de la muerte, los que inexorablemente nacen para la inmortalidad el día que su cuerpo se resiste a continuar.

Fue inevitable, cuando vi la fotografía de Gabo acompañada del "1927-2014", reemplacé el 2014 por el ?, pues, el Cataquero fundador de Macondo no termina ahí, seguirá vivo e imperturbable a través de su legado. Inmediatamente, después de hacer la corrección del "2014", sentí que el corazón se me vino con todo el impulso y mis ojos no lo contuvieron, terminé desmintiendo al propio Gabo en su frase: "ninguna persona merece tus lágrimas, y quien las merezca no te hará llorar"… Sí las merecía maestro, y me hizo llorar. Cobraron sentido entonces las líneas de una canción de Joaquín Sabina: "De las lágrimas para llorar cuando valga la pena".

Jamás tuve una reacción parecida ante la muerte de una figura pública, ¡jamás! Supe que se había esfumado para siempre el sueño de conocerlo en persona. Sequé mis ojos con el consuelo de imaginarlo en su cama, rodeado de sus seres queridos, rebobinando la película de su vida en la que un muchacho bohemio, comunista y fumador escribía sin cesar, tratando de sacarle el cuerpo a sus estudios de derecho, haciendo reportajes, viajando por Europa, despertando a media noche asustado por las historias de muertos que le contaba su abuela cuando era niño.

De Gabo había escuchado desde siempre, pero lo descubrí detrás de las páginas de "Vivir para Contarla". Quedé con la sensación de haber explorado intimidades de uno de los más grandes. Desde entonces se creó un profundo afecto por el maestro que sólo hasta hoy dimensiono, la semilla de Macondo se gestó en mí y floreció un jardín gigante que cuido celosamente. Leí que su género literario era realismo mágico, pero desde "crónica de una muerte anunciada" supe que no era así, pues, la cruda realidad campea sobre cada una de las obras del maestro.

En "Noticia de un secuestro" uno termina con angustia por la fidelidad de la obra con la cruda realidad de finales de los ochenta y comienzos de los noventa en Colombia. "Del amor y otros demonios" se destaca la inocencia con la que creemos y repetimos cada hecho inverosímil, algo que hace parte de nuestra cultura Caribe, somos porfiados por naturaleza, capaces de defender a muerte lo que no nos consta. "Memoria de mis putas tristes" es de esos libros que me leí con repulsión, porque me parecía inconcebible el empecinamiento de ese viejo con esa niña.

De "Relato de un Náufrago" recuerdo haberlo descubierto en la biblioteca de una prima y haberlo devorado en tres horas. Si la historia no hubiese sido real podría jurar que se inspiró en "el viejo y el mar", la obra de Hemingway. "El Coronel no tiene quien le escriba", retrata la tragedia de cientos de coroneles retirados que murieron creyendo en la palabra de un gobierno que históricamente no ha tenido palabra, dejando al descubierto la realidad nacional, que sigue vigente en muchas de sus facetas.

De "Cien años de Soledad", el vallenato de 350 páginas, ese libro que conservo con tal veneración en mi biblioteca por ser la edición conmemorativa de 2007 de la RAE, no tengo sino admiración y la sensación de haber leído un auténtico libro de historia, un estudio serio de la antropología del ser Caribe, con la puesta en escena de nuestras más sutiles creencias y la sobredimensión de las mismas, las cuales sólo podemos comprender quienes nacimos y nos infectamos de esa cultura que la literatura universal ha mal llamado "realismo mágico", pues, se trata de realismo puro. Las enseñanzas son inconmensurables, las de un Gabo genial.

¿Murió? ¿Cómo podría morir un inmortal?, si "la muerte no llega con la vejez sino con el olvido", como reza una frase que hoy cobra tanta vigencia. Ahora sé que los ojos se aguaron y la nostalgia me abrasó con tanta intensidad por la marca imborrable que ha dejado su obra en mi formación y por materializar, con las letras, esa cultura que llevo en mis entrañas y que representa mi esencia.