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Jue, Nov

Apología de un criterio

Columnas de Opinión
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Escrito por:

María Padilla Berrío

María Padilla Berrío

Columna: Opinión

e-mail: majipabe@hotmail.com

Twitter: @MaJiPaBe

Estudió economía en la Universidad Nacional de Colombia y actualmente se encuentra terminando sus estudios de Derecho en la Universidad de Antioquia. Nacida en Riohacha, radicada en Medellín. Ha realizado varias investigaciones académicas con la Universidad Nacional y se ha desempeñado como ponente en diversos eventos académicos a nivel nacional e internacional. En la actualidad es dependiente judicial y dirige el cine club de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad de Antioquia.

Como si no fuera suficiente con la falta de crítica y análisis serio que caracteriza a nuestros políticos, se suma ahora la falta de objetividad de los electores, esa que, en últimas, es la que más daño le hace al país, porque de un electorado responsable y consciente depende unos elegidos serios.

El 9 de marzo, para sorpresa de muchos, candidatos que por primera vez se lanzaron obtuvieron su curul, con votaciones sobresalientes. No obstante, el caso más sonado y mediático ha sido el de Claudia López, candidata por Alianza Verde al Senado, quien con 81.045 votos, la más alta de su partido, superando incluso al ex-gobernador de Nariño y ex-constituyente Antonio Navarro Wolf, sorprendió, incluso ella misma no lo podía creer.

Sin embargo, en medio de todo el clímax electoral, las sorpresas, las inconformidades y las denuncias, hay un aspecto que, por haber sido testigo de ello, me llevó a preguntarme, ¿cómo deber ser un dirigente en nuestro país? Después de haber hecho un seguimiento a las andanzas de Claudia López, de poder hacer un juicio más o menos objetivo sobre su trayectoria como investigadora, periodista y analista política, un buen día, cuando la vi lanzada al Senado, tomé la decisión de votar por ella.

¿Y qué hace uno cuando está convencido de algo? Esgrime argumentos para exponer a los demás el por qué de ese convencimiento. Y llegó el momento de decir por qué Claudia López era una buena candidata. No tuve que hablar mucho, expuse unos cuantos vídeos, que en la web abundan, donde Claudia se veía en medio de acalorados debates, argumentando, y todo con tanta lógica y coherencia que, de buenas a primeras, se percibe una estructura muy sólida y una vocación política innata.

Pero bueno, el debate no se centró en su discurso y audacia analítica, la cual es innegable e imperturbable, el meollo del asunto estuvo a la hora de que alguien manifestara no apoyarla por su condición sexual. En principio respiré profundo y, consciente de que obviamente cada quien elige de manera libre, no pude evitar perturbarme ante semejante argumento.

¿Acaso una persona exige más o menos justicia, es capaz de ser más crítica o, mejor aún, es más o menos corrupta dependiendo su orientación sexual? ¿Realmente puede ese ser un criterio por el cual se excluya un capital político tan importante como el de Claudia López? Me temo que, por muchos prejuicios que tengamos, no podemos perder la objetividad, o por lo menos no del todo, ante temas como estos.
Si bien es cierto que es más fácil destruir un átomo que un prejuicio, también es cierto que debemos saber contextualizar las distintas situaciones y darles el lugar que se merecen. No podemos seguir midiendo las cosas desde la exclusión, simplemente porque determinadas situaciones no se ajustan a nuestra concepción de mundo, a sabiendas que no representan un peligro para la sociedad.

Y en este punto, quisiera hacer una aclaración, porque lo usual en estos casos es que terminen revolviendo todo con todo y haciendo juicios errados. Cuando se toca el tema de las orientaciones sexuales, tiendo a ubicarme en un punto medio, donde parto de la condición de seres humanos y termino esgrimiendo los derechos de este grupo poblacional. NO soy homosexual, pero respeto sus derechos, y si hay que defenderlos, pues se defienden.
¿Es dable borrar toda una vida en defensa de la justicia, la política transparente, el trabajo serio y la investigación decente por un asunto que, lejos de ser una decisión, es una condición? ¿Pesa más la orientación sexual que un trabajo bien hecho? Y a la inversa, ¿avalamos un trabajo mal hecho porque la orientación sexual, a nuestro juicio, es la correcta?

Si bien este siempre será un tema acalorado, por el asunto mismo que se discute y las posiciones religiosas, morales, sociales y de todo tipo, debemos tratar de ir diferenciando aspectos. Una cosa no necesariamente interfiere con la otra. Si para desempeñar cierta función se requieren ciertas habilidades y aptitudes, no es posible pegarme de otras cuestiones que nada tienen que ver con la consecución de los objetivos que se persiguen.
Como diría Vladdo: "No soy discapacitado, ni negro, ni indígena, ni ateo, ni gay, ni desplazado; pero apoyo sus derechos".
@MaJiPaBe