Casi a mes y medio de cumplirse los dos años del desastre nacional, que es el gobierno de Gustavo Petro, los grandes pensadores, literatos y cultores, también reconocen el fracaso del gobierno del cambio, que prometió combatir con todas sus fuerzas la corrupción, la cual nace, bajo este gobierno, desde la familia presidencia, pasando por el palacio presidencial, hasta llegar a los mas altos funcionarios que han utilizado sus cargos para sobornar a políticos y lograr metas que seguramente serían inalcanzables, en otros escenarios.
En este orden de ideas, el escritor Ricardo Silva Romero considera que el presidente Petro, malgasta la oportunidad que le dio el electorado hace dos años y que en este momento se podría decretar el fracaso de su proyecto político, al tiempo que expresa su desazón por los escándalos de corrupción en el Gobierno, que dicho sea de paso, crece a diario y aún más con las chuzadas telefónicas a miembros de la Corte Constitucional, hecho denunciado por los mismos juristas.
El ciudadano del común siente que se está malgastando una oportunidad que habían esperado, sobre todo aquellos en los que creen en las causas sociales; los ciudadanos deben saber que la principal función de cualquier gobierno es su funciona social, otra cosa es que no pusieron atención a todas las alarmas que se prendieron y alertaron sobre los efectos negativos de un gobierno progresista, como el actual.
Entre todas los reproches que recibe Petro de sus votantes, es la critica por no conciliar; por su tendencia a negar las luchas ajenas, los logros liberales en la historia de Colombia y el vértigo diario en las redes sociales; esa 'trinadera', mensajes en X, incontinentes, con mala ortografía y mala redacción, realmente es preocupante a veces desde el punto de vista de la salud mental.
A todos estos desastres, se le añade el más peligroso de todos, que es la corrupción que nace desde su hijo no criado, Nicolás Petro Burgos, pasa por su “mano derecha e izquierda”, en el gobierno como es Laura Sarabia; su defensa indeclinable de políticos corruptos como Armando Benedetti, embajador ante la FAO y el desvío más de 12 millones de dólares en la compra de camiones cisterna para llevar agua potable a las zonas desérticas de La Guajira, suma robada del tesoro nacional para solucionar, entre otras necesidades, la falta de agua en La Guajira, dineros que terminaron en los algunos ministros, senadores y representantes en el Congreso, que dieron el “pupitrazo” a las nefastas reformas de Petro.
A los colombianos se les reafirma su desazón que todas las semanas haya unas cifras nuevas de la corrupción y les parece justo cuando la gente no le perdona al Gobierno los escándalos de la campaña presidencial, que incluso involucra al hijo del presidente. A propósito, antes era hijo no criado; ahora es hijo predilecto, todo este cambio después de las denuncias de Petro Burgos de infiltración de “dineros calientes” en la campaña de su padre, lo que hizo que Petro corriera a Barranquilla a aplacar a su hijo, lo que ha logrado con plena satisfacción. Ahora es hijo querido, que seguramente no hablara de su padre, como si lo dijo hace unos meses, en el proceso de lavado de activos y enriquecimiento ilícito de servidor público, que se le sigue.
La gente está esperando que el cambio sea de políticos, es decir, que el cambio sea hacia la decencia, hacia una política sobre la mesa, hacia una política que no cree en aniquilar a los contendientes, hacia una política que respeta la libertad de expresión, hacia una política que no sea autoritaria ni despótica, políticas que no se han ejercido en estos casi dos años de gobierno.