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Humorismo y amenidad en Mark Twain

Columnas de Opinión
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Escrito por:

José Vanegas Mejía

José Vanegas Mejía

Columna: Opinión

e-mail: jose.vanegasmejia@yahoo.es

Muchas veces conocemos a una persona más por su seudónimo que por su propio nombre. Así nos ocurre con Samuel Langhorne Clemens, escritor estadounidense autor de obras famosas entre las que se encuentra ‘Las aventuras de Tom Sawyer’. Hablemos de ese narrador, cuyo nombre de pila ha estado oculto bajo el ropaje de Mark Twain.

El origen de las obras de Mark Twain es su propia vida: fantasea, recopila recuerdos, todo lo que plasma en sus narraciones hace parte de su experiencia vital. Solo escapa a esa característica su novela histórica ‘El príncipe y el mendigo’. En su conjunto, la obra de Twain comprende libros de viajes, novelas y relatos. Escribió algunos ensayos. Al hablar de sus libros de viajes hay que mencionar ‘Los inocentes en el extranjero’ (1869), en el que el autor expone en forma satírica sus experiencias como turista provinciano por tierras de Europa y Palestina. En 1872 Mark Twain publicó una descripción muy emotiva bajo el título ‘Pasando fatigas’; relata allí sus andanzas como minero y periodista en Nevada, California y Hawai. Casi diez años más tarde apareció ‘Un vagabundo en el extranjero’, en 1880. Esta es una sátira en la que combina anécdotas, historias, personajes y relatos humorísticos, todo con Alemania como telón de fondo. La misma fórmula aplica —esta vez sobre la India y Australia— en el libro ‘Siguiendo el Ecuador’.

Dos conocidas novelas de Mark Twain, ‘El príncipe y el mendigo’ y ‘Juana de Arco’, no recibieron grandes elogios de la crítica. En cambio, ‘Un yanqui en la corte del rey Arturo’, publicada en 1889, ha sido calificada como novela de ideas. En ella Hank Morgan, perito industrial, desembarca en la Inglaterra medieval y la convierte en una “utopía industrial para después destruirla en un Apocalipsis tecnológico”, dice la crítica.

Aparte de sus novelas históricas, Mark Twain publicó otras de características diversas; entre ellas tenemos ‘La edad dorada’, ‘El conde americano’, ‘El cabezahueca Wilson’ y ‘Los gemelos extraordinarios’. En las dos últimas el autor vuelve al Misuri de su infancia; cambia identidades de señor y esclavo para presentar en forma magistral el tema de la libertad y la esclavitud, tan sensible en el sur de Estados Unidos.

Mark Twain había dicho: «Vine al mundo con el cometa Halley en 1835. Vuelve de nuevo el próximo año, y espero marcharme con él. Será la mayor desilusión de mi vida si no me voy con el cometa Halley. El Todopoderoso ha dicho, sin duda: “Ahora están aquí estos dos fenómenos inexplicables; vinieron juntos, juntos deben partir. ¡Ah! Lo espero con impaciencia”». Su predicción se cumplió: Twain murió de un ataque al corazón el 21 de abril de 1910, el día antes del perihelio del retorno del cometa a la Tierra.

Debe recordarse que Mark Twain ejerció el periodismo, oficio en el que se inició desde muy joven como tipógrafo. También fue inventor, aunque con muy poco éxito. Fracasó en todas las empresas financieras que quiso crear y, para colmo de males, cuando todo estaba dispuesto para la publicación de ‘Tom Sawyer en el extranjero’, que desarrolla una circunnavegación del mundo en globo, una editorial se le adelantó con la publicación de ‘Cinco semanas en globo’, de Julio Verne.

‘Las aventuras de Huckleberry Finn’, publicada en 1885, es la obra maestra de Twain. Combina la excelente caracterización de los personajes con la perfecta urdimbre de las acciones; además, la atmósfera creada por el autor da paso al chispeante humor que se le conoce en sus obras para niños y jóvenes.

De las numerosas frases que se atribuyen a Twain, citamos las siguientes: “Vivamos de manera que cuando muramos, incluso el enterrador se arrepienta”. “No abandones tus ilusiones. Cuando ellas se van, todavía puedes existir, pero habrás dejado de vivir”. “El miedo a la muerte viene del miedo a la vida. Un hombre que vive plenamente está preparado para morir en cualquier momento”. Y para destacar el sentido humorístico de este escritor, concluimos con una de sus expresiones preferidas: “La raza humana tiene un arma realmente efectiva: la risa”.