Aquí estoy de nuevo y regreso a mis opiniones semanales en medio de una discusión nacional que me preocupa profundamente: la propuesta de crear redes de cooperantes civiles o frentes de seguridad ciudadana para apoyar a los gobiernos territoriales en el mantenimiento del orden público.
Esta propuesta surge en respuesta a la creciente violencia que azota a nuestro país, con asesinatos de líderes sociales, masacres y desplazamientos de campesinos. Sin embargo, el gobierno del presidente Petro ha expresado su desacuerdo con esta medida, lo que ha generado un intenso debate.
No podemos ocultar el sol con las manos. Es innegable que hoy, más de la mitad de los municipios de Colombia están bajo el control de grupos criminales, que extorsionan, secuestran, roban y cometen abigeato. Hay municipios donde han llegado a imponer nombres de personas para que sean nombradas por los alcaldes o elegidas por las corporaciones públicas.
La respuesta de la Fuerza Pública a esta situación es insuficiente, y en muchos casos, las autoridades parecen retirarse de los pueblos con el rabo entre las piernas. En este contexto, el gobernador de Antioquia ha propuesto la creación de frentes de seguridad ciudadana para que funcionen como organizaciones cívicas voluntarias, lideradas por la Policía Nacional, y que buscan construir una cultura de seguridad basada en la participación ciudadana.
La idea es fortalecer la armonía entre vecinos, empresarios, comerciantes y campesinos a través del rescate de los valores sociales y cívicos, y promover la corresponsabilidad y solidaridad en la seguridad de todos.
Sin embargo, es una propuesta que ha generado temores de que se formen nuevamente las llamadas Convivir, grupos civiles armados que en el pasado han sido asociados con violaciones a los derechos humanos y falsos positivos. Algunos argumentan que los grupos civiles armados nunca pueden ser una buena idea y lo que se debe hacer es que la fuerza pública haga bien su trabajo.
Entiendo estos temores. La historia de Colombia está marcada por la violencia y la injusticia, y aseguro que nadie quiere repetir los errores del pasado. Pero también entiendo la necesidad de buscar soluciones a la creciente inseguridad que enfrentamos. La cooperación ciudadana en la seguridad puede ser una de estas soluciones, siempre y cuando se implemente de manera responsable y transparente.
La cooperación ciudadana en la seguridad no significa armar a los ciudadanos ni fomentar el paramilitarismo. Sino que significa fortalecer la comunicación, la articulación y la coordinación entre la Policía y la ciudadanía. También significa promover la participación activa de los ciudadanos para mejorar las condiciones de seguridad en sus barrios y comunidades. Significa establecer mecanismos de cooperación e intercambio de experiencias para enfrentar los problemas de la inseguridad y las inequidades sociales.
Es necesario encontrar un equilibrio entre la participación ciudadana activa y el respeto a la institucionalidad. Los frentes de seguridad ciudadana podrían ser una herramienta útil si se establecen con protocolos claros, entrenamiento adecuado y supervisión constante para evitar desviaciones. Sin embargo, la prioridad debe ser fortalecer las instituciones estatales y garantizar que la Fuerza Pública tenga los recursos necesarios para que cumpla de manera eficaz con su deber.
De tal manera que, en las actuales circunstancias que estamos viviendo, lo que más puede convenirle a Colombia es un enfoque de seguridad ciudadana que combine la acción de la fuerza pública con la participación activa y responsable de los ciudadanos. Un enfoque que no repita los errores del pasado, sino que busque nuevas soluciones basadas en la cooperación, la corresponsabilidad y la solidaridad.
En todo caso, es un dilema complejo entre la necesidad de proteger a la población y los riesgos asociados con la armamentización de la sociedad civil. La discusión debe ser amplia, incluyendo a expertos, líderes comunitarios y a la sociedad en general, para llegar a una solución equilibrada y sostenible. En un momento crucial como este, es vital buscar respuestas que aborden de manera integral la crisis de seguridad que enfrenta Colombia; con un enfoque que no divida a los colombianos, sino que nos una en la búsqueda de un país más seguro y justo para todos.
Y como dijo el filósofo de La Junta: "Se las dejo ahí..."
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