La influencia del narcotráfico en la política no fue únicamente resultado de Pablo Escobar. Aunque su notoriedad oscura lo ha inmortalizado, «el Patrón» no habría alcanzado su estatus como el mafioso más poderoso sin el respaldo de las élites colombianas. La política, la cultura y el deporte se entrelazaron con los carteles de la droga, especialmente durante los años 80.
Entre ellos, el Cartel de Medellín resalta por su violencia. Sus enfrentamientos con las fuerzas del orden, así como los secuestros y asesinatos de civiles, ocuparon titulares en los telediarios internacionales, mostrando la barbarie en este cruento lugar de América Latina. Los atentados con bomba retumban aún hoy, resonando entre quienes idolatran a su líder o promueven el turismo en Colombia a través del morbo que genera Escobar.
Es necesario reducir la atención al antihéroe para recordar que su ascenso no fue solitario. Escobar edificó su imperio criminal principalmente en el tráfico de estupefacientes hacia Estados Unidos. Sin embargo, este negocio no podría haber prosperado a distancia; requería la cercanía a los poderosos de Colombia. Él comprendía tan bien esta dinámica que incursionó en la política y mantuvo una vida pública activa.
Bajo la bandera de «Civismo en Marcha», hizo campaña y más tarde fue elegido representante suplente a la Cámara por Antioquia en 1982. La ironía de un individuo que perpetra actos violentos proclamando valores cívicos es notoria, aunque lamentablemente no es sorprendente ver personajes de esta índole en los ámbitos públicos y privados del país.
Hoy, aunque son más precavidos, todavía se echan de menos los contactos, testaferros y la cercanía al poder legítimo del Estado, el cual se supone debe investigar y condenar a estos individuos. Parece que esta es la única forma posible de operar para ellos. Los políticos vinculados a Escobar terminaron implicados después en el proceso 8000, cayendo finalmente en la parapolítica.
Para controlar el 80 % del narcotráfico mundial desde Colombia, Escobar necesitaba la autorización de la Aeronáutica Civil para el tránsito y aterrizaje de sus aeronaves. ¿Por qué se “perdieron” los archivos de esta entidad? La alianza de Escobar con políticos tradicionales y miembros del ejército obstaculizaba los esfuerzos efectivos contra el narcotráfico. ¿O quiénes se encargaban de la seguridad en La Catedral, la prisión donde estuvo detenido?
1989 se tiñó como el año más oscuro para Colombia. Las familias de aquellos que se opusieron a los extraditables sufrieron las consecuencias de intrigas protagonizadas por asesinos como Alberto Santofimio. Este excongresista y exministro de Justicia, perteneciente a la élite tolimense, promovía su carrera política vinculándose con criminales internacionales que, entiéndase la ironía, enaltecían la nacionalidad colombiana. A pesar de la guerra entre los carteles, recibía financiamiento tanto de Medellín como de Cali.
Los tentáculos de los narcos alcanzaban al fútbol, utilizando equipos como el América de Cali, Millonarios y el Atlético Nacional para sus actividades criminales, desde el lavado de activos hasta el tráfico de drogas protagonizado por los futbolistas. ¿Y qué decir de los reinados de belleza, de donde provenían sus esposas y compañeras? Además de la farándula, su influencia llegó a penetrar la Iglesia, con sacerdotes que públicamente defendían a Escobar y luego fueron señalados de administrar su dinero y bienes.
¿Cómplices o indiferentes? No se limitó a Escobar. Hoy muchos pretenden no saber nada, pero en aquel entonces, aceptaban su dinero. La red de complicidades y silencio tuvo consecuencias trágicas, como la pérdida de figuras prominentes como Rodrigo Lara, Guillermo Cano, Jorge Enrique Pulido, el coronel Valdemar Franklin, Carlos Mauro Hoyos, Antonio Roldán Betancur, Jaime Pardo Leal, Bernardo Jaramillo Ossa, Carlos Pizarro, jueces, policías, fiscales, periodistas, Luis Carlos Galán y muchos otros quienes enfrentaron al narcotráfico desde diversas perspectivas. El nuevo liberalismo fue el único partido que se enfrentó al narcotráfico, por eso fue exterminado. La verdad sana heridas y la memoria previene que se vuelvan a causar.