En mi opinión, no cabe duda de que China se ha convertido en un pilar esencial del nuevo orden mundial. Desde la geopolítica, veo la creciente influencia de este gigante asiático en múltiples facetas: cultural, comercial, política, económica pero también deficiencias en términos de derechos humanos.
En el ámbito comercial y económico, considero que China se ha posicionado como un titán indiscutible. En este sentido, me gustaría enfatizar que su ascenso no ha sido un accidente, sino el resultado de políticas comerciales y económicas astutas. Como sabemos, China es el mayor exportador mundial, y también es un importante socio comercial para una gran cantidad de países.
No obstante, la cuestión de los derechos humanos sigue siendo una mancha en la imagen de China en el escenario mundial. A mi parecer, las denuncias de violaciones a los derechos humanos en China, como la represión en Hong Kong, en el Tíbet, el tratamiento de la minoría uigur en Xinjiang, su hambre por Taiwán y el trato discriminado a la mujer deben ser tratadas con seriedad y no pueden ser ignoradas por la comunidad internacional.
La Convención sobre los derechos humanos es un tema delicado, complejo y, a menudo, se ve empapado de perspectivas culturales, políticas y socioeconómicas. Algunos países, como China, han argumentado que los derechos humanos son un concepto occidentalizado y, por tanto, no deberían imponerse a las sociedades orientales sin tener en cuenta sus tradiciones y normas culturales. Esta afirmación, sin embargo, se complica aún más cuando consideramos la situación de grupos vulnerables, como las mujeres, que a menudo sufren desigualdades y violaciones de sus derechos humanos en este país.
Desde un punto de vista histórico, es cierto que la noción contemporánea de derechos humanos tiene raíces en las tradiciones filosóficas y jurídicas de Occidente. Sin embargo, esto no implica que el concepto de derechos humanos sea impuesto desde Occidente. Los principios fundamentales de los derechos humanos -la dignidad, la igualdad, el respeto- son universales y transculturales.
En cuanto a la afirmación desde oriente de que las normas de derechos humanos son una especie de 'imperialismo cultural', es importante señalar que la aplicación de los derechos humanos debe siempre tener en cuenta el contexto cultural. Desde China no deberían mirar los derechos humanos como una imposición con una única visión del mundo, sino velar por un equilibrio entre el respeto a la diversidad cultural y la protección de los derechos fundamentales de cada persona incluida la mujer. Me llama poderosamente la atención que afirmen que la ONU y los derechos humanos es un concepto occidentalizado, pero su Partido Comunista Chino, cuyo órgano supremo es el Congreso Nacional tengan su origen en las ideas de Karl Marx.
Por otra parte, con respecto a los derechos humanos de las mujeres en China, creo que hay motivos de preocupación. La violencia de género, la discriminación en el empleo y la falta de protección legal son problemas que persisten. Además, un problema particularmente alarmante, a mi juicio, es el abandono de las niñas recién nacidas. Esto puede atribuirse a la política del hijo único, que fue abolida en 2015 pero que todavía tiene consecuencias significativas. Por un lado, a pesar de la abolición, algunas familias siguen mostrando una preferencia por los hijos varones, lo que ha llevado a una brecha de género demográfica y, en casos extremos, al abandono de las niñas recién nacidas.
Para concluir, es evidente que China juega un papel protagónico en el nuevo orden mundial. Por eso la comunidad internacional tendrá que enfrentar y responder por su creciente influencia. Todo lo anterior, debido a que en una búsqueda por mantener la armonía y el equilibrio en el mundo globalizado del siglo XXI, con una constante preocupación por la defensa de los derechos humanos; China no es ejemplo a seguir.
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