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Abuchear al presidente, es faltar a la dignidad del Estado

Columnas de Opinión
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Escrito por:

Jesús Iguarán Iguarán

Jesús Iguarán Iguarán

Columna: Opinión

e-mail: jaiisijuana@hotmail.com
El pasado miércoles el país instaló el nuevo Congreso que legislará en los próximos cuatro años, por norma constitucional debe el presidente de la República instalarlo, el protocolo constitucional se cumplió, pero no cabalmente, mientras el presidente hacía uso de la palabra e informaba una radiografía de su labor como primer mandatario de la nación en los últimos cuatro años, fue abucheado por la mayoría de los que tendrán a cargo la nueva legislación nacional.

La conducta asumida por el Congreso no refleja la dignidad de una corporación de un país donde a reinado la democracia por más de dos siglos, el Congreso debe actuar y organizarse de conformidad con las leyes que la rigen y los principios de respeto a la autoridad que informan nuestro credo.
La disciplina es una necesidad de toda agrupación humana, por lo tanto, no se debe vacilar en implantarla. El progreso es la obra de los inconformes dentro del método científico y la disciplina en marcha, pero no ha sido ni será jamás fruto de la ligereza, del desorden, de la rechifla. E inclusive el candidato presidencial Rodolfo Hernández quién asistió como nuevo Senador consideró que no existe diferencia entre una corraleja y el recinto del Congreso nacional.
Los representantes de un pueblo se hallan en caso de medir su conducta aniquilarlas y pesarlas, no es posible verterlas en medidas caprichosas. Hay momentos en que las palabras tienen una intensidad de un alcaloide, y la palabra de tratar al presidente de la República de mentiroso en el propio recinto de la Patria, es sólo conducta de los que se hacen célebres por sus barbarie y desvergüenza, aquellos infortunados que cometen a diario irregularidades y han descendido hasta el fondo de la degradación social, sin embargo, se muestran ante al país como el divino tesoro de la humanidad y el decoro de Dios en el universo.
La conducta asumida por el Congreso encierra todas las matrices de la desvergüenza humana y es un ultraje injustificado aplicado a un hombre que mereció los sufragios de más de diez millones de colombianos y aún cuando conserva sobre su pecho el tricolor de la bandera nacional, en nombre de la República. Una bandera materialmente considerada es sólo un pedazo de tela suspendida de una asta, y sin embargo, en ese símbolo ha cifrado la humanidad su más hondo sentido. La bandera es la Patria. Ella pregona su grandeza, sus desfallecimientos y sus esperanzas. Morir por ella es conquistar la gloria, y hacerle traición, degradarse. Por significar tanto y por valer tanto como emblema de la Patria, se le concede el honor al primer mandatario de llevarla sobre su pecho como un escudo protector que lo ponga a cubierto de todos los dardos de la ira, de la incomprensión, de la envidia y el inconformismo. Y cuando la misma justicia, en hora desgraciada, llega hasta el corazón de la víctima, lo hace cuando ya la ley despojó al infortunado el tricolor de la República.
El abucheo se tornó tan penoso que el presidente saliente del Congreso, Juan Diego Gómez debió hacer una llamado a la cordura, para exigirle al recito el respeto al presidente de la República.
¿Qué idea se formarán de este país los que desde fuera observen cómo pasa sin protestar semejante ignominia, si se trata al primer mandatario como gran mentiroso?